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Mostrando entradas de septiembre, 2020

Las lecciones de Dick

  Acaso fueron los rectos castigos de su padre, un marine veterano de Ia II Guerra Mundial, quien solía meterlo bajo el chorro de ducha fría cuando se comía sin permiso las galletas que su madre guardaba en la alacena. O que para corregirle sus rabietas infantiles lo sumergiera en la tina cubierta de agua fría lo que unió a Dick por siempre con el vital elemento. Así, mientras otros se interesaban por ligar chicas, el béisbol o baloncesto secundario, Dick ocupaba su tiempo en las bibliotecas de su pueblo. Supo que primero fue el agua y que ésta ha sido por siglos signo de purificación presente en las diferentes culturas. Aprendió que, para Tales de Mileto, el principio o arje de todas las cosas era el agua, se extasió con eso de que “nadie se baña siempre en el mismo río”. Alucinó con conocer el Nilo, Ganges, Po y el Amazonas. Y, así como se hizo erudito en el bautismo de Cristo, se convirtió en ferviente admirador del tratamiento que se daba a las brujas en la Inquisición, que era

La sinceridad del diputado Auth

Es loable pasar por sincero, pero no una franqueza llevada al extremo como la del diputado Pepe Auth,  que  sin ser italiano dijo en el hemiciclo que votaba dos veces por correo en las elecciones de Italia,  porque a su esposa y suegra, que sí son italianas, les llegaba por vía postal el sufragio  y se lo entregaban a él para que votara, como es asiduo lector de los diarios italianos, estaba al tanto del devenir político, por lo que ni tonto ni perezoso era, finalmente, él quien sufragaba.  Pero tanta franqueza es delicada, puede traer serios problemas domésticos, pero no porque ahora el diputado Auth, capaz que confiese que votó por Berlusconi, sino porque en su casa descubran que, más de una vez, se inclinó por Cicciolina. 

Apego a la ley

Deben ser pocos los reconocimientos públicos a los jueces, no es fácil impartir justicia, la gente nunca queda conforme,  por lo general solidariza con la víctima, pide las penas del infierno para el acusado, pero olvida que esta solo la puede aplicar el diablo y los jueces no son más que seres humanos, no usan tridente, sino que tienen un martillo de madera en la mano y un código en la otra.     Esta semana falleció la jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos, Ruth  Bader Ginsburg, de inmediato proliferaron obituarios y halagos a su memoria, lamentando su pérdida.  Por llegar al más alto sitial judicial dominado por hombres, hacer sentir su voz en defensa de las minorías, los derechos de las mujeres y su apego a la ley,  adultos y jóvenes la ven como un ejemplo a seguir, la catalogan de Ídolo y, como una Star Rock, su rostro está en prendas de vestir, e incluso se lo tatúan en el cuerpo. En Chile, son escasos los reconocimientos a los jueces, no son vistos como referentes, una

Incongruencia

  Aunque pueda sonar irreverente, un tanto imprudente, si se quiere, el caso es que si no lo digo acabaré mordiéndome la lengua y capaz me envenene, pero como pater familia (aunque en casa digan que rige el matriarcado) tengo el deber primero de cuidar mi propia salud para seguir llevando el pan al hogar, no me queda otra, entonces, que expresarlo.   El asunto es el siguiente, como está próxima la formalización del secretario del Senado por incumplir la cuarentena al ir a comprar locos a un local de la capital, luego de romperme el mate visitando portales jurídicos, leyendo informes en derecho, códigos penales y procesales, realizando análisis de jurisprudencia y de literatura comparada, llegué a la conclusión que la teoría del caso para desvirtuar la acusación fiscal, no tiene mayor complejidad.    Le basta al defensor demostrar la incongruencia del argumento del ente persecutor, probando que el señor secretario nunca asistió al local a comprar locos, sino pejerreyes. Ahora bien,

Figuraciones mías

Un párrafo del libro “Ágil mente” del biólogo argentino Estanislao Bachrach,  relata una anécdota de Pablo Picasso:  "una frase muy famosa de Pablo Picasso surgió durante el encuentro con un desconocido que estaba observando la exhibición de sus cuadros en un museo de París. Este hombre se le acerca y le dice: ‘¿Por qué usted no pinta a las personas de la manera en que se ven?’ Y el pintor le preguntó: ‘¿Y de qué manera se ven?’ En eso el desconocido sacó de su billetera la foto de su esposa y se la mostró. Picasso la miró y dijo: ‘Es increíblemente pequeña, ¿no es cierto?...y chata’. Por cierto, se refería a la foto y no a la mujer. Tenemos que aceptar que lo que parece real para nosotros está influido por nuestras propias percepciones.” (Ágil mente página 182)   No es que se nos quiera hacer pasar gato por liebre, pero solemos caer en la trampa del artista ya sea pintor, escultor, escritor, fotógrafo o cineasta que, en su libertad creativa, nos hace confundir la obra en sí mis

La confesión del borracho

Fui a un control de detención, el fiscal dice que el imputado había confesado, el defensor alega la nulidad de ésta porque el imputado estaba ebrio al momento de que se la tomaron, según reza en parte médico de constatación de lesiones, por ende ello vulneraría las garantías del imputado. El juez no hace caso, dice que sólo hay un papel (médico) que señala ebriedad y con ello indirectamente se valida la confesión. Según mi lego entender jurídico y a la luz del sentido común, lo anterior tendría dos lecturas antagónicas. La primera que sería compartida por juez y fiscal, aquella ingenuidad de que curados y niños dicen siempre la verdad. La segunda, la del defensor que dice que se vulneraría el criterio elemental de sentido común porque “no hay que hacerle caso a los curados porque hablan tonteras”. Lo lógico sería que las policías dijeran “cuando se te pase la curadera hablamos”, ya que no creo que le señalen al imputado “quién te mandó tomar”, ni menos que se aprovechen porqu

Mezquindad

Buenos días don Carlos Peña, con mucho interés leí su columna "Una democracia de propietarios", sobre la decisión de Friosur SpA, de ceder parte de la propiedad de la empresa a sus trabajadores, ya que cuando esta semana escuché la noticia ¡Qué bien! exclamé; luego recordé el "capitalismo popular", que pregonaba Pinochet, pero aquello no fue más que el cuento para privatizar el país.   Me pregunté si fuera dueño de una empresa haría lo mismo ¡por supuesto! respondí, me consideró un tipo generoso, aunque nunca tanto para dar la vida por los demás, gustoso repartiría hasta mis deudas y cedería parte de mi propiedad, sobre todo si es fácil repartir la torta cuando, como en mi caso, es mera fantasía y no una realidad.    Porque mi abuela Ofelia me educó para no ser mezquino, por cierto, le hice caso, de niño prestaba la pelota de fútbol y mis juguetes, en la escuela hubiese prestado hasta mis cuadernos, pero nunca nadie me los pedía, por mi pésima caligrafía.