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Incongruencia

 Aunque pueda sonar irreverente, un tanto imprudente, si se quiere, el caso es que si no lo digo acabaré mordiéndome la lengua y capaz me envenene, pero como pater familia (aunque en casa digan que rige el matriarcado) tengo el deber primero de cuidar mi propia salud para seguir llevando el pan al hogar, no me queda otra, entonces, que expresarlo.  

El asunto es el siguiente, como está próxima la formalización del secretario del Senado por incumplir la cuarentena al ir a comprar locos a un local de la capital, luego de romperme el mate visitando portales jurídicos, leyendo informes en derecho, códigos penales y procesales, realizando análisis de jurisprudencia y de literatura comparada, llegué a la conclusión que la teoría del caso para desvirtuar la acusación fiscal, no tiene mayor complejidad.   

Le basta al defensor demostrar la incongruencia del argumento del ente persecutor, probando que el señor secretario nunca asistió al local a comprar locos, sino pejerreyes. Ahora bien, si necesita testigos de conducta, pueda llevar a los diputados Silber, Carvajal y Gutiérrez, que, aunque son de la Cámara, más de una vez en los ascensores del Congreso se toparon o bien lo conocen de oídas.  

Por cierto que lo anterior es la exageración llevada al extremo, tanto la formalización judicial de la conducta del señor secretario, así como también esa irrefrenable tentación por comer pejerreyes durante la cuarentena, que al resto de los ciudadanos se nos exige contener. Porque más que delito, lo del señor secretario, fue solo una arrogante pulsión infantil de tanto respirar esos aires de importancia al contar y sumar los votos del senado.


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