Deben ser pocos los reconocimientos públicos a los jueces, no es fácil impartir justicia, la gente nunca queda conforme, por lo general solidariza con la víctima, pide las penas del infierno para el acusado, pero olvida que esta solo la puede aplicar el diablo y los jueces no son más que seres humanos, no usan tridente, sino que tienen un martillo de madera en la mano y un código en la otra.
Esta
semana falleció la jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos,
Ruth Bader Ginsburg, de inmediato proliferaron obituarios y halagos
a su memoria, lamentando su pérdida. Por llegar al más alto sitial judicial
dominado por hombres, hacer sentir su voz en defensa de las minorías, los
derechos de las mujeres y su apego a la ley, adultos y jóvenes la
ven como un ejemplo a seguir, la catalogan de Ídolo y, como una Star Rock, su
rostro está en prendas de vestir, e incluso se lo tatúan en el cuerpo.
En
Chile, son escasos los reconocimientos a los jueces, no son vistos como
referentes, una de las pocas estatuas a magistrados era la del juez Waldo
Seguel, en avenida Colón con Bories en Punta Arenas, resistió el paso del
tiempo hasta que hace un par de años fue retirada para construir la Plaza
de los Derechos Humanos, cuando estuvo lista organizaciones civiles exigieron
que no vuelva a instalarse, ya que al parecer durante su judicatura la balanza
de la justicia nunca se inclinaba en favor de los indígenas australes que
fueron asesinados. Hasta el día de hoy no hay lugar para colocarla y, para que
no sea funada, se optó por tenerla fondeada.
También esta
semana el Senado rechazó la acusación constitucional contra la jueza de la
Corte de Apelaciones de Valparaíso, Silvana Donoso, por notable abandono de
deberes, presentada por un grupo de diputados de diversos sectores, ello
porque la jueza presidió la comisión de libertades condicionales que el
año 2016 otorgó la libertad a los reos que cumplían los
requisitos legales de buena conducta y dos tercios de la pena
cumplida, sin considerar los informes de Gendarmería, ya sea que fueran
favorables o desfavorables a la libertad de los penados, informes que, para
entonces, no eran vinculantes, por cierto.
Uno de los beneficiados con la libertad cumplía una pena por el crimen de su conviviente y el hijo de ésta, hace unos meses volvió a la cárcel esta vez imputado del homicidio y violación de la hija de su actual pareja. Tal hecho fue la motivación para que los parlamentarios presentaran la acusación constitucional contra la jueza Donoso, porque, según ellos, el año 2016 no tuvo en cuenta el informe de Gendarmería que era desfavorable para otorgarle la libertad.
Organizaciones
gremiales de mujeres abogadas y destacadas personalidades del mundo jurídico se
prodigaron en elogiar las capacidades de la jueza, su
trayectoria intachable y su apoyo a los derechos de las
mujeres, la niña asesinada también lo era. La defendieron con tal vehemencia
que dio a pensar si no estábamos en presencia de Ruth Bader, en versión
criolla.
En
el Senado la votación contra la acusación fue aplastante y
transversal, en ningún caso porque tuviera un familiar cercano a las distintas
elites políticas del país y del actual gobierno, sino porque los discursos a su
favor en el Congreso y los cabildeos por wasap de sus influyentes
abogados, permitieron al Senado formarse convicción jurídica que la jueza hizo
lo correcto, cumplir su función y apegarse al frío y objetivo imperio
de la ley.
Con tamaño apoyo que le dieron los senadores, en un futuro cercano bien podría ser candidata fija para integrar la Corte Suprema, quién dice si con el tiempo veamos brazos tatuados con su rostro, algún calcetín, polera o pañoleta con el mismo diseño, nunca para que le erijan una estatua, ya sabemos el ingrato destino que depara a las figuras de bronce en nuestro país.
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