Bailar es un acto voluntario liberador, no solo divierte sino que favorece la interacción social, se libera dopamina que inunda el cuerpo de una sensación placentera. Con el baile, presente en todas las culturas, se comunica, hay quienes se enamoraron bailando, lo que en ningún caso podría ocurrir en caso que bailar fuera forzado. Aunque se haya nacido con dos pies izquierdo y, a riesgo de pisar callos, todos más de alguna vez hemos bailado, ya sea un Vals, Bolero, Foxtrot, Charleston, Twist, Disco, Rock, Hip- Hop, Reggae o Reggaeton. En los sesenta se bailaba a Go-Go, en los 80 el de los que sobran era furor, incluso hasta hoy, pero también perdura el Corrido mexicano y hace unos años llegó la Cumbia villera. Se baila a cualquier día y hora, por más que Travolta, prefiera de manera febril hacerlo el sábado por la noche; se baila también en el trabajo, como pausa activa. Si hasta Nosferatu bailaba, claro está que “La Danza de los vampiros”; Elvis movió la pelvis y Michael Jac
Crónicas, columnas, semblanzas y otras escrituras ideológicamente falsas