El aviso del doctor Aguilar, fue repentino, ese recurrente dolor en el pecho que sentía después de caminar cuatro cuadras, no era una simple incomodidad del esófago, requería urgente trabajo de fontanería para destapar las dos arterias del corazón tapadas. El doctor, anticipándose a los hechos, lo cual agradezco, previa conversación conmigo había hablado con su colega Marín para que me realicé una intervención de angioplastia. El jueves del temporal, con cara entre asustado y resignado, me interné en la clínica. Mientras me rasuraban las partes pudendas, porque si el doctor no podía introducirse a mis arterias por la muñeca lo haría por la ingle, pensé si acaso fue premonitorio que, por extraña razón, se me ocurriera comprar en la farmacia esa colonia para fricción sin alcohol que ahora uso, ya que no podía entender la situación en que me encontraba porque, salvo el dolor de pecho, yo nunca me sentí enfermo, pero los resabios de una vida hedonista, sedentaria y una dieta alta e
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