El artefacto del Papa

Si algo nos dejó la visita del Papa Francisco, fue el profundo conocimiento que el sumo pontífice tiene de nuestro país, no solo de los santos y beatos, sino también de  poetas y artistas.

Porque Francisco para impactar a los feligreses  adornó sus homilías y declaraciones con versos y estrofas extraídas de  poemas y canciones.

Así, dijo que las bienaventuranzas son “la extirpación de una inmovilidad, el sacudimiento de una postración negativa”, durante su homilía en el Parque O’Higgins citando a Pablo Neruda; en su encuentro con los pueblos originarios en Temuco como si declamara un poema de  Gabriela Mistral expresó: “La Araucanía, Tierra bendecida por el Creador con la fertilidad de inmensos campos verdes, con bosques cuajados de imponentes araucarias” y remató con que “Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar”, de Violeta Parra. 

Para llegar a los jóvenes en Maipú utilizó la estrofa de una canción del  grupo musical La Ley: “El ruido ambiente y soledad de la ciudad nos aíslan de todo. El mundo que gira al revés pretende sumergirme en él ahogando mis ideas”.

Es que Francisco es un Papa moderno y cercano muy diferente de esa oratoria omnipotente y autoritaria de Juan Pablo II  que hace 30 años dejó a todos temblando cuando gritó en el Estadio Nacional: “No tengáis miedo de mirarlo a él”.

Como el primer Papa latinoamericano no niega su identidad, ni de que es un asiduo lector de los poetas chilenos como quedó demostrado en sus alocuciones, cuando una periodista le preguntó en Iquique sobre la situación del Obispo de Osorno, Juan Barros, fue notorio que el prelado conoce muy bien la técnica parriana para crear artefactos porque contestó: “El día que me traigan una prueba del obispo Barros, ahí voy a hablar… Lo demás son calumnias”, ni Nicanor Parra lo hubiera dicho mejor.