Todo abogado y abogada que en Chile se precie de tal, junto con tener colgado en su despacho su diploma de título firmado por los ministros de la Corte Suprema, tiene también, ya sea en su escritorio, en un lugar destacado de su repisa o para sostener los códigos, una figura en mármol, yeso o fierro, de la diosa griega Temis con los ojos vendados, con espada en una mano, mientras en la otra sostiene la balanza de la justicia.
Más de un amante de las series sobre Derecho,
vio la serie La Ley de Lidia Poët, basada en la historia de la
primera mujer abogada de Italia que narra las dificultades que enfrentó para
ejercer su profesión a fines del siglo XIX; similares a las que vivió en Chile,
Matilde Throup Sepúlveda, para ejercer la abogacía a nivel local.
Porque Matilde Thruop, que nació un 11 de
agosto de 1870, en la ciudad de Angol, fue la primera en obtener
su grado académico de bachiller en humanidades en 1887, luego el de derecho en
1891, y su título de abogada el 6 de junio de 1892, convirtiéndose en la
primera mujer abogada de Chile y Sudamérica.
Se recuerda que cuando postuló al cargo de
secretario y notario de Ancud, por ejemplo, la Corte de Apelaciones de
Concepción la vetó porque “por más que aquella sea en extremo simpática y digna
de todo género de encomios”, el cargo se armonizaba más “con la naturaleza ruda
y tenaz del hombre que con la delicada y suave de la mujer”. La
Corte sostenía, además, que como durante las elecciones el cargo de secretario
y notario cautelaba los actos electorales y de ministro de fe, sería
contradictorio que una mujer, sin derecho a sufragio sea ministro de fe.
Imagino que varios de los ministros de la
Corte de Concepción, todos hombres, por supuesto, guardaban en sus despachos la
figura de Temis, una mujer personificando a la justicia, pero como una cosa era
creerse el mito y otra, muy diferente, la realidad, no obstante, Las Siete
partidas de Alfonso el Sabio, estuvieron vigentes hasta 1857, tal
parece que en el espíritu de esos ministros, aún perduraba la Ley 3, del Título 6 de la
Partida 3: “Ninguna mujer, aunque sea
sabedora no puede ser abogada en juicio por otro; y esto por dos razones; la
primera porque no es conveniente ni honesta cosa que la mujer tome oficio de
varón estando públicamente envuelta con los hombres para razonar por otro; la
segunda, porque antiguamente lo prohibieron los sabios por una mujer que decían
Calfurnia, que era sabedora, pero tan desvergonzada y enojaba de tal manera a
los jueces con sus voces que no podían con ella. Otrosí viendo que cuando las
mujeres pierden la vergüenza es fuerte cosa oírlas y contender con ellas, y
tomando escarmiento del mal que sufrieron de las voces de Califurnia,
prohibieron que ninguna mujer pudiese razonar por otra”.
Sin embargo, Matilde interpuso una contestación
ante la Corte Suprema invocando el derecho a la igualdad en el acceso a empleos
públicos, garantizado en el Art. 10 de la Constitución de 1833, el
máximo tribunal acogió su solitud, obtuvo el concurso y ejerció su cargo hasta
su jubilación.
De seguro, en más de alguna ocasión, actuó
de ministra de fe durante procesos electorales, en los que, por cierto, nunca
sufragó, no por voluntad propia, sino porque Matilde Throup falleció el año
1922, recién el 1934 se aprobó el voto
femenino para las elecciones municipales, y en 1949 se concedió el derecho a
voto a las mujeres para las elecciones presidenciales y parlamentarias.
La ley de Matilde, también,
está para serie de época
Tremenda historia!
ResponderEliminarEn tiempos donde aun se veta a las mujeres en algunos círculos y ámbitos de la profesión. Menos público, más subterfugio y más impopular…