Nuestra tradicional mentalidad inquisitiva judeo cristiana, tendría su origen en el primer juicio que llevó adelante Dios en contra de Adán. El creador fue juez y parte, lo acusó y condenó a ser expulsado del paraíso, no hubo debido proceso, ni tuvo Adán un defensor.
Tal parece que a Dios le acomodó esa forma de
juzgar, porque repitió luego con Caín, pero, como todo en la vida se devuelve, incluso
en la eterna existencia del Señor, a los hombres, hechos a imagen y semejanza
de Dios, ese tipo de juicio sumario les encantó y ¡Quién lo diría! a Jesucristo, el mismísimo hijo de Dios, se le condenó en un juicio similar, sin debido proceso, ni asistencia
letrada de un defensor. Así el primer hombre y el hijo de Dios, fueron condenados
en procesos injustos.
Muchos quisieran que tal rápido procesamiento penal se practique hoy en día,
la mera detención o acusación baste para condenar, sin gastar tiempo y dinero en respetar garantías procesales de las personas.
Más de alguno, de los que así piensan, son fieles creyentes y durante Semana
Santa suelen emocionarse, lamentar la injusticia que se cometió contra Jesús,
sin darse cuenta que, tal forma de juzgar, es la que ellos quisieran implementar.
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