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Shogun

 Estoy viendo los primeros capítulos de la nueva versión  de Shogun, esa memorable serie que en los 80, así como lo hizo Kung Fu con la china, contribuyó más que nada a la divulgación de la cultura japonesa japonesa.

Muchos saludaban Konichiwua, daban las gracias con un Arigato y los con más facilidad para las lenguas, cuando el profesor de filosofía preguntaba algo, para hacerse los graciosos le contestaban wakarimansen y, por cierto, amábamos a Mariko-San, hasta Silvio Rodríguez, compuso una canción con ese nombre.

Todo eso sin que exista traductor de Google y mucho antes que los millenials conocieran el sushi, a mí no me agrada esa comida, una vez fui a Santiago y un amigo me invito a comer sushi, como soy caballero acepté y me tuve que tragar un par a regañadientes, mil veces hubiese preferido un completo y me habría comido hasta tres.

Claro que eso era antes de que por indicación médica abandonara los completos, frituras y otras delicias, porque si bien hace más de 30 años que vivimos en democracia yo, nutricionalmente, estoy como en dictadura “a puro pan a puro té así nos tiene Pinochet”.  

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