El ex ministro de Justicia Luis Bates solía utilizar una analogía futbolera para describir el proceso penal. Decía que era como un partido de fútbol entre un fiscal y un defensor, con un árbitro que es el juez.
Si
esa analogía es cierta, el abogado José Miguel Navarrete, defensor público de
Puerto Natales, durante la última semana se hubiese llevado todos los puntos de
la jornada eliminatoria, a diferencia de lo que ocurre con nuestra alicaída
oncena nacional, que a duras penas rasguña un punto, porque en los cuatro
juicios orales en que participó recientemente obtuvo absoluciones en todos
ellos.
Pero
eso no es algo que debiera asombrar. En el imaginario magallánico de la reforma
procesal penal está muy presente el trabajo previo del defensor Navarrete, por la
absolución que obtuvo en 2010 para un imputado confeso del crimen de una mujer
extranjera mediante múltiples puñaladas.
El acusado pasó varias semanas en prisión preventiva, pero fue absuelto en el
juicio oral gracias a que el abogado demostró durante las audiencias que su
defendido era una persona con graves limitaciones, fácilmente influenciable,
que respondió afirmativamente a todo lo que le dijeron los agentes
aprehensores, incluso autoinculparse.
Tras
la última absolución de esta semana y para no presumir que ello se logró
gracias a sus sólidos argumentos jurídicos, Navarrete prefirió explicar que “es
primera vez que me pasa. Esta semana aconteció algo mágico en favor de nuestros
representados”.
¿AZAR, MAGIA O ARGUMENTOS?
Pero
Navarrete se equivoca, pues si bien el azar puede estar más presente que la
magia en un juicio oral, no se trata de encantar a los magistrados ni menos
hipnotizarlos, aunque a veces algunos con febles pruebas intenten sacar conejos
de un sombrero, más que tener dotes de ilusionista un buen defensor requiere
seducir o persuadir con argumentos y excelentes contrainterrogatorios, como los
que se aprenden en los talleres del profesor Leonardo Moreno, asesor
legislativo de la Defensoría Penal Pública.
Con
todo, nadie le puede quitar a Navarrete -quien hace poco más de un mes ejerce
como defensor local de Puerto Natales, tras casi 15 años como defensor público
licitado en Punta Arenas- querer sentirse un poco taumaturgo. Al menos usa
humita y traje de gala.
Claro,
tampoco sería nada de raro tener en ese maravilloso lugar en el mundo que es
Puerto Natales a un defensor público así, porque si antes hubo un defensor que
era un 'Principito' (el recordado Juan Ignacio Lafontaine), bien pudiera haber
ahora un defensor mago.
Pero
Navarrete no es un imitador de Mandrake ni menos del Mago de Hoz, sino más bien
de Fu-Fú, el Mago Williams, el primer prestidigitador e hipnotizador natalino,
que cuando el truco de magia llegaba a su etapa del prestigio, en lugar de
decir abracadabra, con su varita mágica exclamaba Fu-Fú... Para emularlo,
nuestro defensor mago tendría que finalizar su alegato de clausura de manera
similar, aunque a oídos de los jueces ello pudiera sonar extraño y resultar un
tanto contraproducente.
Mejor
dejar la varita en casa, recurrir a los Códigos Penal y Procesal Penal y, sobre
todo, a sus dotes como litigante, que nuestro "Fu-Fú Navarrete" ha demostrado
tener bastante de aquello, porque más que en las artes mágicas, es en
la argumentación jurídica donde deslumbra, que hasta Harry Potter aprendería de
él.
👍
ResponderEliminarGracias por compartir tu experiencia personal, añadiendo una capa de autenticidad a tu artículo. Explora estrategias avanzadas para el juego Aviator en nuestro blog.
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