Pudiera ser que la mayoría de quienes critican la resolución del juez Urrutia, criticaron en su momento las condiciones de reclusión en Rusia del recientemente fallecido opositor a Putin, Alex Navalni y, más de alguno, que hoy ven con simpatía a Bukele como ejemplo a seguir en materia carcelaria, se espantaron por cómo se trataba a los presos en Guantánamo y, quizás, derramaron algunas lágrimas por el hacinamiento carcelario en nuestro país, tras el incendio de la cárcel de San Miguel, donde murieron 81 personas.
Cierto, ex ministro de justicia, del
llamado progresismo, exige acabar con el "buenismo" de la
Reforma Procesal Penal (RPP), mientras un diputado, también progresista, pide tirar a la basura la RPP; querrán decir, acaso, que la justicia procesal
penal y el sistema carcelario, se debe guiar, de manera retrograda, no por el
respeto de la persona humana, sino por un “malismo” y con ello dejar aflorar el
malvado que todos llevamos dentro, como lo ejemplificó, el sicólogo
estadounidense, Philip Zimbardo, en su experimento social de "La cárcel de
Stanford".
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