Ir al contenido principal

El auto más caro que “haiga”

 El 15 de febrero del presente año el secretario de la Excelentísima Corte Suprema de Justicia de Chile, comunicó que los ministros del máximo tribunal del país, declinaron continuar con la compra de 22 coches de alta gama de la marca Lexus, para el traslado diario de los ministros, que significaba un costo para las arcas fiscales de más de 52 millones de pesos cada vehículo. 

Un 15 de febrero, pero del año 1992, el británico Paul Johnson publicó su columna Carruajes y choferes, en esta afirma que “Durante más de dos siglos la gran línea divisoria entre los opulentos y los demás fue la posesión de un carruaje, uno era gente de carruaje o no lo era. EI ingresar en la minoría poseedora de carruajes era el signo más obvio de que uno había ‘llegado’”, señala Johnson.

Según el columnista, hoy la diferencia entre ricos y el resto de nosotros no son los propietarios, sino la gente con chofer. “Tener un coche no es nada”, tener un chofer que lo conduzca y no tener que lidiar con el tránsito, estacionamiento y que le abran la puerta a uno, haría la diferencia.

Tal categoría incluiría a empresarios y altos puestos del aparato del Estado, como ministros, jueces, subsecretarios, directores de servicios, entre otros, porque coche y chofer serían beneficios del desempeño del cargo.

Ignoro si los Supremos, ante el sostenido crecimiento del parque automotriz por la proliferación de autos chinos o de segunda mano, lo que hace posible que hoy cualquiera tenga un auto, restándole cierto garbo a trasladarse en coche, optaron en principio porque la Corte Suprema adquiriera, con cargo a rentas generales, el vehículo de más alto precio del mercado.

“El auto más caro que haiga” era la frase que usaban los nuevos ricos, por lo general personas poco instruidas, en la España de la posguerra civil, cuando iban a comprarse el vehículo más grande y costoso del mercado, con el mero fin de ostentar y aparentar ser alguien.

Los ministros de la Suprema no son personas poco ilustradas, todo lo contrario, su estatus no lo determina el vehículo en que se trasladen, salvo que alguien crea que por el solo hecho de que en las audiencias se les llame excelentísimos deban, por ende, usar el vehículo más excelente que “haiga”, en tal caso, el Lexus de 52 millones tendría todas las características para ello.

Con mayor razón si la teoría de la argumentación jurídica exige que las sentencias sean fundamentadas y motivadas, porque hasta el peor estudiante de la ciencia del Derecho sabe bien que mejor motivación habrá si se viaja en la plácida comodidad y lujo del asiento trasero de un Lexus, que ir en un monopatín, bicicleta o apretado en un compacto Suzuki S-presso.

En su columna, Paul Johnson recuerda que le aconsejaron nunca aceptar un puesto con vehículo y chofer “cuando lo pierdes es lo que más se echa de menos”, sería mejor, entonces, trasladarse en metro, micro o vehículo propio, preparándose para cuando se esté jubilado, donde el pasaje será rebajado, nos cederán el asiento y como a los 75 años se sale tarde mal y nunca, bien se puede llamar un Uber.

Comentarios