Lo de la transmisión de alto contenido erótico en el televisor de una sala de espera del Hospital Clínico Regional de Punta Arenas, no es tanto culpa del servicio, también del cable operador, no corresponde pasar esas películas, aunque sea de madrugada y los canales de televisión puedan trasmitir programas para mayores después de las 22 horas, no falta el chico travieso que engaña a sus padres y se queda con la tele encendida o, como en este caso, nadie advirtió que a esas horas también van niños de urgencia al hospital y ofendidos padres deben usar las mascarillas para taparle los ojos.
Tampoco
es para alarmarse y armar un escándalo, imagino que tales escenas, un tanto
subidas de tono, no eran más que de “50 Sombras de Grey”, pura fantasía erótica
como el video “Pornocracia” de Mon Laferte, que los cabros chicos traspirados deben
estar pinchando con sus celulares húmedos escondidos bajo las sabanas, tal como
hacían sus abuelos con la revista “Cosquillas”.
Lo
del hospital no es algo muy raro, en Natales, había un operador del cable local
que tipo tres de la mañana se confundía, no sé si a propósito, y emitía películas
de frentón eróticas, limitando con el porno, durante el día los natalinos andaban
ojerosos, eso sí todos los hogares tenían las cuotas del cable al día, era un
negocio redondo, nadie se salía.
Venga
no al caso, contaré mi vivencia, como se sabe corre el mito, por esos turnos de
12 horas, que el sexo en los nosocomios está a la orden del día, médicos con
enfermeras, matronas con ginecólogos, dentistas con auxiliares o funcionarios
con pacientes hospitalizados y que, a menudo, algunos son sorprendidos follando
en camillas, ascensores, pabellones quirúrgicos, salas de parto, SOME o
hasta en la Morgue
Como
ex funcionario del antiguo hospital de Punta Arenas, sugiero no creer aquello, es
falso, al menos los dos años (‘91 y ‘92) que trabajé de auxiliar de servicio,
nunca vi nada así.
De
lo que sí puedo dar fe es que en mi primer trabajo en el hospital, que fue de camillero
del servicio de ambulancias de urgencia, la sala de
choferes y camilleros estaba a escasos metros de la guardia del hospital viejo
de Punta Arenas, como eran los tiempos del VHS y los turnos de 12 horas son eternos,
a la espera del llamado, para pasar el rato, las películas porno le ganaban a
los partidos de futbol o de tenis, es de imaginar como corrían raudos y veloces
esos choferes cuando salía un llamado para volver
rápido al hospital, porque la salud del paciente es lo primero, tanto como ver
el final como acababa Linda Lovelace.
A
mí, no me importaba, aunque a veces me confundía si los quejidos eran por algún
fracturado, atacado de colón o infartado que se me había quedado olvidado en la camilla
de la ambulancia o venían del tercer piso de algún recién operado.
Cuando ponían las películas me retiraba, prefería salir a fumar y a caminar en círculos, no por ser mojigato o que me sintiera ofendido en mi religiosidad, sino que por esos días andaba un tanto complicado, había tenido que abandonar el hogar, mi mujer vivía con otro en mi casa y cada mañana acudía voluntario a la Unidad de Alcohol y drogas del hospital a torturarme e inyectarme apomorfina para dejar de tomar, por lo cual ni aunque me pusieran una versión Triple X de la película chilena Sussie, me excitaría. Aunque, convengamos, que ahora tampoco, pero es por culpa de la vejez y la próstata.
👌
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