Si una encuesta preguntara por las
profesiones con mayor credibilidad en Chile, profesor y médico, estarían entre
las primeras.
En el caso de profesor, es
especial, considerando que en Chile vivimos una crisis educacional que se
manifiesta cada año con los resultados de las pruebas de acceso a la educación
superior.
La Reforma Educacional
sembró la expectativa que nuestro modelo emularía al de Finlandia,
parlamentarios y autoridades del gobierno de entonces, viajaron al país
escandinavo y volvieron encantados.
Finlandia, tras el derrumbe
de la Unión Soviética, se propuso que el capital humano sería su valor
agregado, se comprometieron en un contrato social para potenciar su sistema
educacional y, en 15 años, lograron que sus estudiantes alcanzaran los mejores
puntajes en pruebas internacionales estandarizadas, con el consiguiente
beneficio para su desarrollo como sociedad, la innovadora Empresa Nokia, fue
fruto de esa formación educacional, sin desconocer el aporte de la
salmonicultura al país.
Allí, la figura del
profesor es central, cuenta con alto respeto y estatus social, solo los mejores
alumnos de la enseñanza media pueden optar a ser maestros, los sueldos y el
prestigio de estos son, también, de los más altos del país.
En Chile, no hubo contrato
social por la educación y la figura del profesor dentro y fuera del aula no se
potenció, sí se modificó el Sistema de Acceso a la Educación Pública (SEA),
creyendo que al prohibir la selección en colegios públicos y subvencionados se
eliminaría la brecha entre la educación pública y privada, surgió entonces la
tómbola. Para graficar lo que lo que el sorteo de cupos genera en los apoderados
chilenos, vale la pena ver el documental “Esperando a Superman”, de David
Guggenheim, sobre el sistema educacional norteamericano.
Si en la encuesta que
hablamos al principio preguntáramos a qué imagen se asocia la reforma
educacional, más que en una sala de clases con alumnos escuchando atentos a un
profesor, se asociaría a una tómbola.
Porque si algo logró la
Reforma Educacional, fue reducirla a la tómbola y, para algunos, terminó
ampliando la brecha entre alumnos de la educación pública, en comparación con
la privada donde no existe sorteo, sino selección económica, aun cuando los
orgullosos padres que pueden pagar onerosos aranceles y mensualidades quieran
creer que su pequeño hijo de cinco años ingresó por mérito, tenía un
talento innato y superó el exigente examen de admisión de
conocer algunas vocales, contar hasta tres, diferenciar colores, no usar tete
ni menos pañales.
Pero es el sistema público,
el que está en crisis, el privado obtiene los mejores resultados, no obstante,
los educadores de ambos sistemas tuvieron una similar formación universitaria.
Profesores, tanto de uno
como otro sistema, tienen los mismos 45 minutos que dura una hora pedagógica
para entregar sus contenidos. Pero, por diferentes razones, en uno se hace
clases y en el otro es imposible siquiera imponer orden porque el respeto a la
figura del profesor y el interés por los contenidos, se perdió hace casi ya dos
décadas.
Imaginemos que el Estado
inicia una potente campaña de reclutamiento de profesores, ofreciendo
condiciones económicas excepcionales a los maestros de
los 100 mejores colegios privados para que se cambien al sistema público
¿aceptarían estos dejar la comodidad y confort de sus trabajos por ir a educar
a niños y jóvenes de extracción humilde, escaso bagaje cultural, con
graves problemas familiares y psico sociales? y si lo hicieran
¿obtendrían los mismos resultados, podrían pasar los contenidos y
hacer clases con la tranquilidad y respeto como en sus antiguas
aulas?
Aunque no ocurra como en
Finlandia, que aspirar a ser pedagogo sea altamente valorado y que postulen los
que obtienen mejores resultados, porque en Chile los mejores puntajes se van a
Medicina, Ingeniería, Derecho, se suelen dar casos aislados, como Diego Oyarzo Soto, egresado del Liceo San José de Punta Arenas,
liceo salesiano particular subvencionado, obtuvo Puntaje Nacional en
Matemáticas y estudiará Pedagogía en Matemáticas en la Universidad de
Magallanes (UMAG).
“De verdad
no me imaginaba trabajando en ninguna otra cosa que no fuera de profesor”,
señaló el estudiante.
Nicanor Parra, que también era profesor de
matemáticas, en su discurso, Aunque no vengo preparado, señala que cierta vez
los alumnos del Pedagógico le preguntaron al profesor de Filosofía, Luis
Oyarzún: “Para qué sirve la Filosofía/& el profeta en su tierra respondió/
Para hacer clases de Filosofía/ se gana poco, pero se sobrevive”, dice Parra.
A Diego Oyarzo y Luis Oyarzun, le unen no
solo esa raíz etimológica de sus apellidos, originarios de Oiaaso,
la civitas portuaria de las vascones, en Guipuzcoa, País Vasco, sino también su
pasión por el magisterio, ojalá que, si una vez titulado, el joven Oyarzo, opta
ejercer en el sistema público, los 45 minutos de clases le alcancen, al menos,
para pasar la lista.
Buenísima columna. Excelente la cita de Parra!
ResponderEliminarCarlos Peña