Las recientes declaraciones de la ex presidenta Michelle Bachelet, en la que afirma que dio la orden de cerrar Punta Peuco, pero no le hicieron caso, es, en cierto modo, un claro ejemplo del síndrome del pato cojo, que afecta a los gobernantes sin posibilidad de reelección en las postrimerías de su mandato
Ello,
habla del escaso poder y autoridad que tenía la figura presidencial cuando ordenó
cerrar dicho penal, como también, habla mal del ministro que no hizo caso a la orden presidencial.
Su entonces ministro de justicia, Jaime Campos, se dio por aludido y expresó que recibió la orden el último
día de la presidenta Bachelet, poco antes de que entregara la banda presidencial
y no obedeció porque lo consideraba inconstitucional.
Campos, pretende hacernos creer que lo suyo fue un acto republicano de patriótica valentía en
defensa de la Constitución y la Democracia, aunque lo hizo, también, el último
día de ser ministro, con una presidenta abandonando La Moneda, por ende, sin temor
a recibir una represalia presidencial.
Muy
diferente a la negativa de Ricardo Lagos que el año 1994, siendo Ministro de Obras Públicas, se negó a firmar
el decreto para construir una cárcel especial para Manuel Contreras y presentó
su renuncia al entonces presidente Frei, la que no fue aceptada.
Convengamos,
por último, que la orden de cerrar Punta Peuco, no fue el asalto al Capitolio,
Bachelet está muy lejos de Trump, tanto como Jaime Campos, lo está de Mike
Pence.
Comentarios
Publicar un comentario