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"Tan solo en la vida"

A raíz del caso de la Fundación Democracia  Viva, cuyos miembros son de la coalición gobernante, el presidente  Boric dijo “no pongo las manos al fuego por nadie”, advertencia que en boca del mandatario suena como  reconocimiento que en las relaciones humanas prima la desconfianza, ni qué decir en política: “Tú también Brutus, hijo mío”, se cuenta que dijo Julio César cuando lo apuñalaban; por un puñado de monedas Judas vendió a Jesús o “No confíe en nadie ni en su propia sombra”, fue el consejo que Talleyrand dio a Napoleón.

Será entonces que para nuestro jefe de estado la ingenua fraternidad universitaria que caracterizó al Frente Amplio, no es ya más que una ilusión. Desconfiará tanto de su grupo más cercano, como de los lejanos; acaso no pondría las manos al fuego ni siquiera por el diputado Winter, su fiel escudero, que ve en Boric a un estadista místico, mesiánico.

Si bien es lógico que desconfíe de sus opositores ¿ahora lo hará también de sus adherentes? ¿Ya no creerá ni que sus sueños por cambiar Chile sean posibles o de lo irreal de sus pesadillas?

Como Pappo, el presidente parece cantar “ Desconfío de la vida”, y si en su proyecto vital están los pobres del campo y la ciudad, ¿desconfiará de ellos, tanto como de los empresarios? Si desconfía de los machistas ¿ahora también de las feministas y otras identidades de género?

No es cierto entonces que confié en los militares, ni tampoco en las decisiones judiciales. Menos en los estudiantes ni en profesores, ni siquiera en los indígenas ni en los miembros de la Comisión Por la Paz que, hace poco, él mismo anunció.

Ni en deportistas ni hinchas, aunque sean cruzados, tampoco en los artistas que con fervor lo apoyaron, porque ni por Taylor Swift hoy creería nuestro mandatario.

Ni en la tecnología ni la hipocresía ni redes sociales ni medios tradicionales.

Si bien nunca ha creído en obispos, curas o pastores, tampoco debería confiar en la machi. Ni que hay un dios bueno o bondadoso y un diablo perverso que busca siempre engañarnos.

Capaz que desconfíe hasta de Allende, cuando en su último discurso dijo: “Creo en Chile y su futuro”.

Desconfiará, entonces, de sí mismo y de su sombra, de lo que dice y lo que calla, de lo que piensa y lo que sueña; de lo que ve, oye, degusta, palpa o huele, en fin de lo que percibe.

También de lo que escribe, porque conoce que los discursos de los mandatarios es común que los escriba un negro y, para que no lo tilden de racista, dirá que es literario.

Ahora bien, si el presidente dice no poner las manos al fuego por nadie, es como desconfiar del concepto de pueblo o de gente y, por extensión, del territorio y maritorio.

Si no se quemaría por el resto de sus compatriotas, simples desconocidos, más aún luego de los resultados de las dos últimas elecciones ¿confiará, entonces, solo o Brownie o ya no cree que el perro es el amigo más fiel del hombre?

Pero, si la primera magistratura del país, no pone las manos al fuego por nadie, ¿por qué nosotros deberíamos ponerlas por él?

Sin embargo, el mandatario no deja de tener razón, Carlos Monsiváis, el protestante cronista mexicano, en “La verdadera tentación”, escribió: “cuán fácil es mantener la virtud si nadie nos asedia como es debido”. Lo que es yo como conozco de sobra mis debilidades, haré como  el presidente, no pondré  las manos al fuego por nadie, mucho menos por mí.

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