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El sol pintado

  Aun cuando estamos en verano el astro rey, como siempre, parece estar pintado. Es que en Punta Arenas el sol de brillar, brilla, pero de calor nada y de bikini, trikini y sungas menos, más calor irradiaría uno dibujado por mi hija Talita. 

Las parkas y camisetas térmicas no se guardaron para la estación invernal y siguen siendo la vestimenta preferida en la región. Las chalas y hawaianas que se aprecian son las de los turistas extranjeros que circulan en Natales, ¡gringos corajudos!, para descansar sus talones heridos y dedos encallecidos por los zapatones de trekking con que recorren los senderos del ahumado Parque Nacional Torres del Paine. Para un mejor análisis semiológico de la moda a Roland Barthes le hubiese bastado ver una postal del paisaje humano del centro de Punta Arenas, tomada en cualquier época del año: transeúntes con botas, bluyín, parka, bufanda, guante y gorro, lo cual, concluiría el sabio francés, sería signo de que hace siempre frío y razonaría que no se introdujo el paraguas porque se los llevaba el viento. Que se me entienda bien no es que quiera sufrir esos calores de los nortinos, ni menos añore el Festival de Viña -bien fome estará este año-, para eso tenemos nuestra tele y si queremos refrescarnos nos pegamos una ducha de agua caliente, afortunadamente, hasta el año 2025 nos queda gas y nótese natural, de cañería, es decir silencioso, no licuado por lo que nos evitamos escuchar ese ruido infernal que hacen por el norte los vendedores en triciclo cuando para anunciar que están cerca golpean con un palo de escoba los cilindros. También ahorramos, energía, no ponemos en el refrigerador las bebidas y solo los esnob toman coca cola con hielo o cerveza bien helada. Así, seguiremos disfrutando del viento, pero como los pasajes al norte por avión salen muy caros para los grupos familiares, quienes pueden viajar lo hacen por tierra dos mil kilómetros por medio de la pampa argentina arriesgando la vida en la Rrrruta 3 Nacional, ¡tan tuercas los hermanos transandinos que  hasta los camioneros se creen Juan Manuel Fangio!, para poder tomar sol y vitamina B en la tibia costa atlántica argentina allí donde, cómo no, veranea el coterráneo Fernandito Solabarrieta (¡Oh Puerto Madryn, cómo te extraño!). Pero no se trata de andar por la vida amargándose, a fin de cuentas como decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”; por lo que suelo hacerme el leso cuando me comentan que al terminar su jornada laboral los iquiqueños van a la playa. Mientras aquí tenemos en un día las cuatro estaciones del año, extrañamente, nadie aprovecha esos segundos de calor para tirarse un chapuzón al estrecho. 
¿Será por herejes que el Creador ha castigado nuestro culto al cordero, ese vellocino que alabábamos en asados y parrilladas, que hoy por hoy su valor sea de 56 lucas?, ¿cuántos asadores, quinchos y chulengos quedaron este año vírgenes de carne ovina? Bueno, se acaba el verano y mi mujer, día tras día, noche tras noche, no ha dejado de sugerirme, gentilmente, que llame al gásfiter para arreglar el calentador a gas que se nos apaga por culpa del viento: “Hummm, va a estar crudo este invierno”, me susurra y le respondo: “Nena, de qué te afliges, ya se invertirán los polos y se nos viene el calentamiento global”, pero no hay cómo entender a las minas y yo cosa rara, no sé el porqué, nerviosamente, he vuelto a fumar. 
(Marzo 2012)

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