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Reir hasta que duela

 Con una desfachatez característica y una sonrisa socarrona, aprobaba imágenes que veía por televisión, en su país miles de sus partidarios ingresaban por la fuerza al Palacio de Planalto, la sonrisa se volvió carcajada cuando mostraban que acontecía lo mismo en la sede del Congreso Nacional, esta se convirtió en mueca de dolor cuando se percató que igual cosa sucedía en el Palacio del Tribunal Supremo de Justicia. El dolor se hizo intenso, como si reventara una úlcera, al recordar que, en Brasil, los tribunales suelen no tener mayor contemplación y pueden enviar a la cárcel a delincuentes, empresarios y expresidentes. 

Cuando el médico del nosocomio le consultó la causa de la dolencia, solo atinó a responder que fue de tanto reírse.  

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