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El estatus en la cola del pan

 La cola del pan es socialista, nos hace iguales, desde el empresario que todas las mañana  lleva un kilo calentito a casa para desayunar, al obrero que compra dos hallulas para matear; si un mendigo se acerca a comprar cedemos nuestro lugar o, si ya compramos, compartimos un pedazo con él, porque malnacido es quien niegue un mendrugo de pan.

La costumbre indica que debemos esperar paciente nuestro turno, nadie se atreve a adelantarse, salvo que uno sea discapacitado, embarazada o anciano, ahí lo damos con gusto e, incluso, le acompañamos hasta la dependiente para que se atienda primero, luego uno vuelve en silenciosa procesión a su lugar.

La mayoria de las personas mientras esperan lo dedican a tuitear, ver internet o wasapear, tambien se dan encuentros fortuitos e interacciones entre las personas, como la que presencié el otro día.

-¡Hola! ¿cómo estás?-decía uno.

-Buenas tardes- le contestaba, cortésmente, el otro.

-¿No te acuerdas de mí? soy el papá de Juan, era compañero tuyo en el colegio, se juntaban en la casa a estudiar.

-¡Ah! sí, el papá de Juan, disculpe, con la mascarilla no lo conocí ¿cómo está él?

-Sí, eso pasa. Juan está en el norte estudiando ingeniería ¿y cómo está tu mamá? ¿siguen viviendo ahí mismo?

-Sí, ahí mismo, acá cerca, mi señora madre bien, en casa

-Todavía trabaja o se jubiló

-Trabaja, le gusta trabajar

-¿Y tú, terminaste de estudiar?

-Sí, claro-

-Leyes, ¿cierto?-

-Sí-

-Ahí tuviste que leer mucho.

-¡Uff! ¡Harto! -

-¿Y hay trabajo?

-Sí, uno puede trabajar en derecho procesal penal como juez, fiscal o defensor; o particular en derecho laboral, derecho civil, derecho de familia.

 -Y tú ¿a que te dedicas?

-Derecho administrativo.

Quise entonces interrumpir la conversación y hacerle al abogado una consulta particular, pero llegaba mi turno para pedir el pan y demoraría la cola, pedí medio kilo de marraqueta y me fui.

Camino a casa me detuve en un kiosco a leer el titular en contraportada de La Prensa Austral “Hace 40 años no había que convencer a nadie para ser profesor; hoy hay que salir a buscar a los estudiantes”, señalaba el Director del Departamento de  Educación y Humanidades  de la Universidad de Magallanes, en una entrevista donde se refería a la pérdida de reconocimiento social de la función docente.

Agradecí, entonces, que mi control  de impulsos me permitiera acatar las normas de urbanidad y no me tracionara la deformación profesional, porque una cosa es ser periodista y nunca perder ocasión de preguntar y otra poner oreja a conversaciones de los demás y, sin que lo inviten a uno, meterse a dialogar.

Porque si bien cada familia quiere tener un familiar médico o abogado, años atrás también era un militar o cura, no venía al caso consultar al supuesto abogado por qué le mintió a su interlocutor, como esta ciudad es pequeña, todos nos conocemos,  bien sabía yo que su profesión era profesor de Estado, pero hubiese pasado por entrometido y, en la cola del pan, vale igual que uno sea médico, abogado o profesor. 


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