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La nochebuena de Bryant

 La nochebuena de Bryant comenzó bien, como buen inmigrante fue ordenado y meticuloso para vestirse de punta en blanco, parecía modelo, comentaría días después al ver las fotos de ese momento un abogado.

Cenó Sancocho, pollo relleno y arroz con leche, abrió lo regalos, abrazó a sus padres, agradeció el polerón blanco que le regalaron y los consoló por los recuerdos de amigos y familiares que dejaron hace años en Colombia cuando decidieron emigrar a Chile y radicarse en Punta Arenas en la lejana Patagonia austral.

Se despidió de sus progenitores y les avisó que saldría a disfrutar la breve nochebuena magallánica con ex compañeros de curso del Instituto don Bosco, fueron hasta la discoteque Lux, su  ingreso quedó grabado en las cámaras de vigilancia y pagó el consumo con su tarjeta de débito. Mientras Bryant se divertía en el local, muy lejos de allí dos soldados de franco eran agredidos con un cuchillo por un parroquiano al interior del local nocturno “Private”, uno los cuales muere.

Cuando Bryant y su amigo deciden irse de la discoteque, su salida queda grabada en las cámaras de vigilancia. Acuden a otro local  a escasas cuadra de la Lux, ya en su interior, Bryant siente deseos de orinar, va al baño, la luz no encendía, trata de arreglar la “bombilla”, pero la ampolleta estalla y le corta la mano, piensa que fue afortunado que no se electrocutara.

Como la sangre no cesaba con su amigo acuerdan ir al hospital, durante el trayecto hacia el automóvil, un tipo pasa a molestarlo y golpearle, tal cuando queda registrado en las cámaras de vigilancia ciudadana, maltratado Bryant dista mucho de ese joven esbelto, pulcro y ordenado que se fotografió hacia unas horas durante el hogareño festejo navideño.

Ya en el hospital, al verlo llegar todo ensangrentado el carabinero de punto fijo le toma una fotografía,  que envía a sus colegas que investigan el sitio del suceso donde mataron al soldado, quienes la muestran al guardia nocturno del local.

En el mismo box de atención ingresa también el soldado sobreviviente del asesinato en el Private, se abalanza sobre Bryant y comienza a golpearle e insultarle, luego los policías se llevan detenido a Bryant y lo encierran en el calabozo, el joven sin entender qué pasaba, ve como su nochebuena se torna en una noche mala y amarga.

Durante el día es formalizado por homicidio, el joven alega inocencia, afirmaba no  conocer el Private, habían cámaras que lo probaban y testigos que lo avalaban; aunque el defensor trató de evitarlo, el juez  accede a la petición de prisión preventiva para Bryant, lo envía a la cárcel, no se le presume inocente, sino culpable, sucede que lo que teóricamente debe ser para los juristas un recurso de ultima ratio (último recurso), en la práctica es más bien de prima ratio (primer recurso); las manchas de sangre de las vestimentas de Bryant lo delataban, tanto como el registro fotográfico inducido que se le hizo al guardia de seguridad del Private lo culpaban.

La foto de Navidad de Bryant salió en los diarios, junto al titular que el joven colombiano negaba los cargos en su contra. “Qué caso más raro, porque el chico no tenía cara de asesino”, comentó un peluquero lombrosiano a un cliente mientras le cortaba el pelo.

Tras cinco días llegaron imágenes de las cámaras de vigilancia que acreditaron  la inocencia de Bryant y, si bien en la audiencias siempre mostró aplomo y seguridad, cuando se decretó su libertad el joven, emotivamente, se desmoronó. Solo la comunidad colombiana residente esperó a Bryat a la salida de cárcel, la “verdad siempre triunfa”, dijo el joven.

Si Bryant conoce la película “Loco por Mary”, se sonreirá con la escena nocturna donde el protagonista Ted Stroehmann (Ben Stiller) estaciona su automóvil para bajar a orinar en un bosquecillo, es detenido en una redada, luego encarcelado por homicidio, todo por levantar a un loco que le hizo dedo en la carretera y portaba una bolsa que contenía un cadáver. Si bien Ted fue interrogado, maltratado, enviado al calabozo, rato después se descubre que es inocente, lo liberan, los policías que lo magullaron para disculparse le dan palmadas en el hombro y ofrecen la mano en señal de que no fue algo personal.

Pero como en el caso de Bryant no hubo disculpas, ni de los agentes aprehensores ni del fiscal, menos del juez, el joven comprenderá, entonces, que una cosa  son las comedias del cine y otra el drama de la vida real.   

Comentarios

  1. Qué hubiera sucedido si es que los parroquianos del club nocturno hubieran terminado de divertirse y se hubieran ido en paz a sus casas? Los errores de las policía y los tribunales no serían noticia. Parece que el primer problema es la violencia y el envalentonamiento que produce el alcohol en los curaditos de siempre. Salud ¡¡

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  2. ¿Todos somos culpables hasta que se pruebe lo contrario?

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  3. Acertado como siempre don Decre…

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  4. Muy bien. Feliz año decrepito burgués.

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