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El Halcón Chabacano

 Tal vez si a los chilenos no nos gustara tanto la tele podríamos sobrellevar mejor la pena colectiva por la partida de Felipe Camiroaga, pero las encuestas delatan y estamos entre los que ocupamos más tiempo del día, en desmedro de la lectura y la música, frente a la injustamente vilipendiada cajita tonta culpable de todos los males y calamidades del planeta.

Es que como decía Pepe Tapia, la “Televisión, penetra”, nos entretiene y cuando surgen animadores desempaquetados, sencillos, que manejan el improvisado desparpajo de una manera natural, la televisión encanta mucho más y sus personajes se nos vuelven entrañablemente cercanos y populares al punto de llegar a tutearlos, quizás eso sea la magia de la TV.

Conocí a Felipe en los años noventa, en una casita de calle Bérgamo en la Población Amanecer de Temuco, solíamos tomar té con pan francés con palta en una mesa de centro de mimbre, junto con Yislén por entonces embarazada de mi hija Julieta.

Sí, Julieta, la misma que la noche de ese fatídico viernes aquel me decía “es que Felipe No Puede Morir”. Es cierto, le fui enfático, los ídolos no mueren y que pase lo que pase, será leyenda, nuestro Elvis, Jim Morrison o Gardel, se contará que se lo llevaron los extraterrestres, o que un astrónomo del Cerro Tololo lo divisó en Marte. Que fue rescatado por el Rey Neptuno y vive en la Atlántida. O que, cansado de los chismes de Farandulandia, prefirió quedarse de ermitaño en la Isla Robinson Crusoe. O que su alter ego Luciano Bello se convirtió en un vampiro que, a diferencia de nosotros, no envejecerá.

Le vaticiné, además, que será animita y su campo en Chicureo, centro de peregrinación. O que por noches copará las fantasías eróticas de las mujeres y, sin discriminar, por qué no también las del mundo gay. Que seguirá enviando mensajes por Twitter y actualizando su muro en Facebook. Y que, en Punta Arenas, a la mamá de Mabel, la seguirá acompañando su Felipito mientras prepara los milcaos.

En mi caso, esperaré paciente la llegada de un Halcón Chabacano que me haga reír a carcajadas en aburridas noches mundialeras Brasil 2014, pero, esta vez, ¡Ay! de los guatones Krauss que lo critiquen.

 

(Septiembre 2011)

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