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Carta al juez

 Señor juez, con el debido respeto me dirijo a Usía para denunciar la brutal injusticia que me aqueja.

Mi nombre es Lolo, soy interno del módulo A-1 rematados de la cárcel  local, tengo 30 años de edad y cumplo una pena de 12 años de cárcel por un crimen que cometí.

Desde niño, culpa del alcohol, solventes y malas juntas fui asiduo visitante de los tribunales de menores y penales después. En mi corta, pero vasta carrera, hay lesiones leves, graves, gravísimas y dos homicidios, lo cual lejos de enorgullecerme me hicieron reflexionar durante mi duro encierro.

Siento Usía, que aprendí la lección, aunque no puedo reparar el daño a las víctimas, sobre todo a los muertos, porque los muertos, muertos están, creo en Dios, pero no soy el Nazareno que los pueda resucitar.

Si bien todavía cumplo mi castigo, como creo que ya pagué mi deuda con la sociedad, hace poco postulé a la libertad condicional, pero se me rechazó, la Comisión Revisora me la negó, porque, según ellos, tengo un alto compromiso delictual,  lo cual  afectó mi salud y ofendió mi honra y dignidad personal.

De nada sirvió el esfuerzo que hice por portarme bien, mejorar mi conducta, respetar a mis cancerberos y compañeros de prisión, asistí a cuanto taller se realizó en el penal, sé cocinar, pintar y tejer a telar, practico deportes, terminé mis estudios básicos, medios y me preparo para rendir la PTU e ingresar a la universidad, lo que, por cierto, estoy seguro que lograré, confió en mis capacidades y cuando me propongo algo lo consigo. Todo ello me hacía merecedor, según yo, de estar en el medio libre, pero fue en vano, la Comisión opinó lo contrario.

Vuestra señoría me conoce, verá que ya dejé de ser el salvaje aquel que solo buscaba salir a carretear y ante cualquier insolencia, mala cara o desprecio atacaba con lo primero que tuviera a mano, ya sea punzón, cuchillo o destornillador. 

Como en la cárcel aprendí el significado de los conceptos, comprendí que la Comisión cometió conmigo no solo una aberración, sino una abierta y flagrante discriminación, me tildó  de delincuente con aquello de mi “alto compromiso delictual”.

La Comisión solo se limitó a replicar lo mismo que hace la sociedad,  poner a todos en el mismo saco, en mi caso no es solo que yo no me crea un delincuente, sino que nunca lo fui, soy, ni jamás lo seré, porque delincuente es el facineroso que roba a la viejita de la esquina su cartera con el montepío, asalta el almacén del vecino o entra a robar un lugar deshabitado o, más grave aún, a uno destinado a la habitación; pero lo mío fueron simples delitos de sangre, crímenes, reprochables, por cierto, no lo niego, pero entre un delincuente y un criminal hay una diferencia abismal.

No pido clemencia, solo un trato imparcial, se bien que la justicia es ciega, pero no sorda y hasta el más frío y racional de los magistrados debe conmoverse y  compadecerse de las desgracias que sufren los demás; más aún si solo ejerzo mi derecho de que se repare tan injusta discriminación y se me conceda la ansiada libertad.

Es gracia.

Se despide, su atento  y seguro servidor

 Lolo

 Módulo 1 rematados

Cárcel Pública.

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