Con la instalación de la Convención Constitucional a políticos, columnistas y ciudadanos en general, para no presagiar mal les brotó de improviso una dosis de optimismo, lo que es yo, no es por puro llevar la contraria, pero no cifro muchas esperanzas, tal vez por un sesgo de negatividad que me caracteriza o producto de la pandemia, lo cual es extraño ya que los contagios en Magallanes disminuyeron y hace falta inyectar solo a los guanacos, porque lo que es ñandúes y ovejas se vacunaron hace rato.
O bien sea por
esta acritud congénita que guía mis pasos, el caso es que se me dio estos días
por pensar que todo terminará mal, se produzca un segundo estallido social,
ahora protagonizado por el mundo castrense y, como la mayoría de los países, o
bien tiene cerradas sus fronteras o no acepta a vacunados con Sinovac, no sé
dónde diablos me voy a exiliar, considerando que a mi edad el ruso y mandarín
son difíciles de pronunciar, lo de vivir clandestino, aunque nunca salga de
casa, no va conmigo, como soy del frío de irme a Cuba el calor me viene mal y, a la Venezuela de Maduro, ni aunque me ofrezcan
durante todo mi exilio petróleo gratis.
Ajo y agua como dicen en España. A joderse y aguantarse
ResponderEliminar