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Ecología profunda

 Uno de los propósitos de los candidatos en las primarias  es, aunque no ganen, dejar instalados temas en la agenda.

Fue el caso del candidato del Frente Amplio, Gabriel Boric, en uno de los primeros videos de propaganda oficial de campaña a las primarias presidenciales apareció subido a la copa de un ciprés de Avenida Colón con España en Punta Arenas, en una clara muestra de amor a la naturaleza y de ecología profunda.

No es que a Boric, como estudió en el colegio Británico de Punta Arenas, a pasos donde está ahora el famoso árbol, le inundó el espíritu del fauno Puck de Sueño de una noche de verano de  William Shakespeare o de Forestín, el  coipo corpóreo, de la Corporación Nacional de Desarrollo Forestal, ni menos que subió al árbol para poder ver mejor el bosque de programas de sus adversarios; sino que lo suyo fue un desinteresado homenaje a la memoria vegetal de que habla Umberto Eco “aunque el pergamino estuviera hecho con piel de animales, vegetal era el papiro y, con la llegada del papel (desde el siglo XII), se producen libros con trapos de linio, cáñamo y tela; y, por último, la etimología tanto de biblos como de liber remite a la corteza de árbol”, dice Eco (“La memoria vegetal”. Penguim Random House Grupo Editorial. Primera edición abril de 2021)

Boric, dejó, por un instante, su apego a la actual “memoria mineral”, de silicio, presente en ordenadores y celulares y que, también, como señala Eco, fue la memoria de las primeras escrituras cuneiforme que se grababan en arcilla y piedra.

Sin duda, como dijo Boric, a quién no le gustaría subirse a un árbol, mientras unos quisieran hacerlo en la Araucaria Madre, otros en el Alerce milenario cercano a Puerto Montt.

Como en Punta Arenas predominan cipreses y pinos oregón, presentes en avenidas plazas y cementerios, ocurre, a veces, que no falta el juicioso que se les da por quemarlos, de hecho pasa a veces en el cementerio de Punta Arenas o talarlos, como ocurrió con los centenarios árboles del antejardín de la casona de la  Corte de Apelaciones, donde hoy queda para muestra un par de lastimosos troncos secos.

Algún temuquense preferiría subirse a la Patagua del Cerro Ñielol, pero no a esos pino radiata o eucaliptos de las forestales  que más que desarrollo provocan un desierto verde en la Araucanía y las lágrimas del canelo son insuficientes para capear la escasez de agua en el lof, porque los peñi ya no pueden regar sus cultivos y, son cada vez menos, los niños y jóvenes que, sentados alrededor del fogón, comparten el mate mientras los ancianos le transmiten la “memoria social”.

En mi caso, siendo joven también me subí a un árbol, era un cerezo de una casa que arrendaba en el barrio Valparaíso de la Población Santa Rosa de Temuco y, como quien toma leche al pie de la vaca, me encantaba encaramarme  a sus ramas para protegerme del sol y engullir cerezas negras, bajaba con el hocico más manchado que cuando comía calafates en Puerto Natales.

Cuando nació mi hijo Leonardo, en el patio de esa casa enterré su cordón umbilical, fue entre las raíces de un manzano, quería que floreciera igual de fuerte que ese árbol. Y, entremedio de porotos y choclos, tuve varias matas risueñas, el tronco de una era tan grueso que para recordarla me construí una especie de báculo, aclaro que no creo ni en Moisés ni en los Boys Scout.

Cuando volví el año dos mil a Punta Arenas, me di cuenta que los adolescentes, cualquiera sea su condición social, tenían la sana costumbre de subirse a fumar cigarrillos y tomar copete arriba de los árboles, como no sé si todavía se practica aquello quisiera preguntarle a Boric si durante su ascenso, entremedio del follaje encontró muchas cajas de vino o botellas de pisco vacías.

Sucede que envidio su ocurrente y traviesa osadía, porque lo que es yo no me atrevo, sufro del mal de alturas, además de ser terrenal, no persigo sueños, prefiero tener los pies bien puestos en la tierra. Pero creo que más lo envidia Daniel Jadue, aunque él debe tener a mano un plátano oriental, esos árboles dicen que provocan alergia.

Comentarios

  1. También a los monos nos gusta subir a los árboles aunque sea para ver el paisaje....

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