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Libido loquendi

 Claudio Magris en su artículo Delito de conferencia, del libro Utopía y desencanto,  define la libido loquendi, como “el placer de hablar y de hablar cuanto más mejor, unido al todavía más difundido, de adoctrinar, amaestrar, iluminar y persuadir a los demás”, Magris rescata del olvido el célebre opúsculo “Contra la conferencia", que en 1893 escribió  Giuseppe Garzolini.

Todos hemos conocido o conocemos tipos locuaces o que se dejan llevar por el deseo irrefrenable de parlar, uno mismo, cree a veces, que está en la tierra con el único fin de charlar, ya sea de manera escrita u oral, aunque en esta época se caracteriza por la innata y juvenil agilidad de dedos ocurrentes para  tuitear.

Pero hay quienes para el hablar son un Titán, esos cuya lengua no descansa jamás, incluso hablan dormidos o cuando acuden al dentista, porque estar en silencio, para ellos es peor que estar preso.

Conozco de cerca uno de tales, es abogado, por supuesto ¡qué otra profesión podría tener! aunque locutor tal vez. A diario realiza intensos alegatos en las cortes, quienes lo han escuchado dicen que sus monólogos y replicas, están para manual de estudio del arte de alegar en estrado, otros están tratando de ponerle música para crear  una play list de spotify y escucharlos en el celular.

Cuando en Chile se acabó el antiguo sistema escriturado de procesamiento y comenzó el nuevo sistema procesal penal oral, él lo debe haber celebrado declamando los artículos del nuevo código.  

Pero es consciente de sus limitaciones, sabe que no puede estar callado, luego del trabajo dicta clases en centros universitarios o realiza capacitaciones a sus pares y, como la narración oral es su pasión, las noches de fin de semana se presenta como Cuentacuentos.  

Como saliva no le falta el otro día se comunicó conmigo, me dijo que nos podíamos juntar cada quince días por zoom, bien entrada la noche, por cierto, para poder conversar tanto del trabajo como de coyuntura nacional e internacional.

Por supuesto, le agradecí y si bien sé de su hablamiento ameno, le dije que no por dos razones, la primera por el consejo de mi suegro de que uno nunca debe hablar sobre la pega más de la cuenta;  la segunda porque no soy un receptor activo de medios, cuando estoy frente a una pantalla la veo en silencio y como encuentro que están de atar esos tipos que hablan a los personajes de películas y series de la televisión, me sentiría ridículo hablando a la pantalla de 14 pulgadas de mi computador.

-“Pero no veo el donde está el obstáculo, tú haces como que escuchas y yo hablo”- me contestó

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