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Miedo y mascarillas

Hasta antes de la pandemia de seguro que uno de nuestros miedos más frecuentes era ir caminando y encontrarnos en un callejón oscuro y solitario a medianoche, palpitar la sensación de peligro porque pensamos que alguien nos atacará.

Esa sensación de miedo la gráfica muy bien el neurocientífico argentino Facundo Manes “Seguramente comenzaremos a sentir los latidos del corazón, el cerebro rápidamente registra lo que está pasando tanto en nuestro cuerpo (el corazón que late) como a su alrededor (un callejón que nos recuerda una película de terror). En esta intersección entre lo que sucede, cómo reacciona el cuerpo (porque no olvidemos que además empezamos a transpirar, nuestra tensión arterial aumenta, etc.) y cómo el cerebro registra todo esto surge la emoción que nos incita a salir corriendo hacia el otro lado. Y todo eso ocurrió en milésimas de segundo, tan rápido que ni siquiera llegamos a ver que, del otro lado del callejón, estaba uno de nuestros amigos esperándonos y que nada malo iba a pasar”.

Dicho temor,  se manifiesta en parte cuando vamos por la calle y se nos aproxima un sujeto borracho, drogado o desaliñado, para evitar la creencia de que seremos increpados, desafiados, recibiremos un golpe, una artera puñalada o hasta un balazo, optamos por cruzar a la vereda del frente.

Pero hoy todos esos miedos son sustos de películas de terror cómica, comparado con el miedo que genera ir caminando, estar en la fila de un banco o de supermercado y que venga hacia nosotros o esté al lado nuestro una persona sin mascarilla, antes que nos alcance cruzamos a la vereda del frente o, reverencialmente, le abrimos paso con tal de no toparnos o dejamos nuestro lugar en la fila, aunque después de horas por fin estábamos cerca de llegar a la caja.

Quien quiera sentir esa sensación de poder por el miedo que genera en los demás, puede realizar el siguiente experimento social, circular un día cualquiera sin mascarilla, claro está que hacer ciencia tiene sus costos, ahí tiene usted a Marie Curie, no será objeto de varillazos, aunque lo más probable es que le pinten la cara a garabatos y el riesgo cierto de quedar contagiado.

El caso es que encontrarnos con un individuo solitario sin mascarilla, nos produce tal miedo que antes de quedar paralizados le dejamos que circule a sus anchas por el medio de la vereda, mientras nosotros nos estampillamos en las murallas. 

Ahora bien, si usted está no en un callejón oscuro, ni en descampado, sino a plena luz del día, antes del toque de queda, por supuesto, y ve  a tres o cuatro sujetos que se le aproximan, no es por discriminar, pero, por lo general, jóvenes riendo sin mascarilla, como estos tipos actúan sobre seguro y en grupo o pandilla, debe reaccionar rápido, recuerde a Manes ¡Corra por su vida!

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