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El hombre holístico

No sé si para burlarse, o de fraterno, un tipo con quien comparto correos electrónicos con informaciones de los medios digitales que me parecen puedan interesarle, me responde siempre con un “Gracias maestro”, aunque él bien sabe que en mí lo de educador, ni que me lo regalen, lo aprendí la vez que intenté ser pedagogo y, a la primera práctica de observación en un curso de cuarto básico, salí corriendo y eso que ni siquiera tenía que pasar lista, me di cuenta que no estaba ni para maestro ni siquiera para semanero.

Un demonio se apoderó de mi teclado que el último correo, de manera poco y nada cortés, le respondí “De nada discípulo”, pero  agregué que lo de maestro, quizás si esta vez viene al caso, puesto que las últimas semanas, coincidente con mis vacaciones que yo avizoraba serían días de series de Netflix, visitar los portales de los diarios y  ver los repetidos partidos de fútbol en la tele, tuve que pintar mi dormitorio y cambiar el piso. Aunque primero fue desocupar las piezas, sacar el cubrepiso de todo el segundo piso, que estaba asqueroso e instalar con mi hija menor el piso vinílico. Le mencioné que todavía estoy cansado y que, por suerte, el piso como tiene garantía de 30 años, lo más probable es que ya transitaré en la nada cuando toque cambiarlo.

“Que hombre tan holístico”, contesto riendo mi interlocutor. “Más que  holístico, obediente”, le retruqué, porque fue mi pareja que ordenó cambiar el piso y, por economía doméstica, como vio unos tutoriales en Internet, se le ocurrió que lo instalaríamos nosotros, es decir yo, el mismo al que el profesor Aguirre que hacía el ramo de Trabajos Manuales en su taller de la Escuela Consolidada de Natales, le colocaba un 4 solo por compasión con mi madre de quien era colega.

Pero no fue solo instalar el piso, de por si agotador, aunque hasta compré una sierra de calar eléctrica, sino que cuando faltaba nuestro dormitorio, se le ocurrió que primero se pintaba la pieza y después se colocaba el piso, y así no más fue, pinté, no con brocha como querían porque me rebelé, sino con rodillo y a una velocidad tal que dejé a todas asombradas en mi hogar, de cariñoso recuerdo quedé con una hernia lumbar, tengo para un año de kinesioterapia, pero con piso nuevo y, por cierto, sin reclamar, más aún que estos días la veo observar detenidamente unas tejas del tejado, que, por cierto, solo ella aprecia sueltas y que, por supuesto, necesitarán también una mano de pintura y en su hogar paterno, su padre, hasta el día de hoy, hasta con viento sube con brocha a pintar el techo.  

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