Ayer, mientras caminaba por la playa de la Costanera en Punta Arenas, encontré una carta dentro de una botella que había sido lanzada al mar desde una playa de El Tabo o Isla Negra, imagino que réplicas submarinas del reciente terremoto en la Antártica la trajeron hasta el Estrecho de Magallanes.
La carta, tiene como destinario
al ministro de Salud, Enrique Paris, en ella se llama al jefe de la cartera sanitaria a poner coto a la pandemia de obesidad que afecta a los chilenos, porque, según
el autor, antaño éramos un pueblo delgado, aunque olvida que el biotipo mapuche
es más bien grueso.
Si bien la carta está
firmada por Cristian Warnken, tengo la plena certeza que es apócrifa, porque el
autor las emprende contra los gordos, pero cita a Neruda y, Warnken sabe, que
ya mucho antes de ganar el premio Nobel, Neruda era bueno para el mastique, si bien figura en un lugar destacado en el parnaso de la poética universal, hoy integraría, también, la categoría de los obesos, porque no creo que se pasara escribiendo versos a
puro caldillo de congrio o masticando cebollas crudas, para mí que por ahí se le coló uno que otro Lomo a lo
pobre, Completo o Barros Luco.
Pero no solo eso desenmascara la falsa autoría de la carta, todo sabemos que Warnken ama la filosofía, debe admirar a Sócrates, que le gustaba filosofar después de abundantes comistrajos en los banquetes y, tanto Sócrates, como Esopo, eran, también, tipos “tripudos”.
Para mí, entonces,
que el emisor de la carta es un flaco frustrado, un guatón contenido, que al no
poder rendirse al placer de comerse un cucurucho gigante de grasientas y adictivas
papas fritas en la playa, lo reprime con ser un glotón de palabras y, si bien
Cristian Warnken, es un hombre delgado, casi un palillo, glotón nunca, a lo más una
que otra lechuga y natural agua de vertiente.
Pensé volver a tirar
la botella al mar para que la corriente la lleve hasta una playa donde encuentre un
iluso que le crea, pero me arrepentí, quise, entonces, continuar con la farsa y
enviarla por Correos de Chile, al Ministro Paris, pero como estaba escrita en un pulcro y reputado estilo,
casi una joya literaria, como a mi edad lo que menos importa es cuidar la figura, soy un goloso empedernido, poco fiel a las dietas, amuñé bien el papel y me la comí, si acaso me indigesto, tengo en casa una planta de ajenjo, nada más sacar una
hojitas y prepararme un té.
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