Como todavía es muy pronto para saber cómo pasarán a la historia los sucesos del 18 de octubre y posteriores, las definiciones dan para todos los gustos, aunque lo de “estallido” parece llevar la delantera, en parte por la propagación del término al ser del gusto de redes sociales y servir de gancho para titulares de los operadores de los medios.
En
el mundo académico cobra fuerza definirlo como “crisis”, que es mucho más elegante
y le imprime un catedrático componente de objetividad, puede que tengan razón después
de todo si la sociedad en octubre estalló, todavía tendríamos que estar
recogiendo los pedazos, aunque en estaciones de metro, plazas, locales comerciales
y oficinas de servicios públicos, algo así aconteció.
Hubo
un sociólogo que intentó con el término “desborde”, pero tuvo poca acogida, porque
en lugar de aclarar las cosas, las enredó aún más, ya que uno, bien podría asociar,
que el ideólogo de todo fue el actual ministro “Desbordes”.
Para
complicar aún más la pega a los historiadores, surgió hace poco “revuelta”, que
tiene su carga simbólica de inocente insurrección encubierta. Lo anterior llevo
a que un destacado constitucionalista argumente que se debe liberar a “los
presos de la revuelta”, si el abogado está en lo cierto, sería lo más apropiado,
puesto que no serían tipos peligros sino, más bien, mocosos revoltosos.
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