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Abre fácil

 

Está nervioso, no quiere ser otra vez el último de la oficina que se conecte a la reunión por zoom, pero su hijo pequeño le reclama que quiere comer del queque que hizo la mamá temprano en la mañana.

Con esto de la cuarentena trabajar desde casa se ha vuelto insoportable, debe lidiar con los ladridos de sus perros y el llanto del hijo pequeño, el mismo que le dice ahora que si no le da queque no se calla, los minutos pasan y la reunión por zoom comenzó hace un cuarto de hora.

Se toma la cabeza a dos manos, cierra los ojos y respira profundo tres veces, como aprendió en el trabajo gracias al taller on line de autocuidado y mindfulness (atención plena) al que, por cierto, se conectó cuando estaba terminando. Pero los gemidos del  niño ahora le parecen gritos, acude a la cocina, abre la alacena, coge un cuchillo, corta un trozo de queque y se lo pasa al nene, éste con su risita lagrimosa le dice “grashiash”.

Él, con el cuchillo todavía en las manos, cierra los ojos y vuelve a respirar profundo, echa su cabeza hacia atrás y, en el preciso instante que se ve a sí  mismo en esa postura, le inunda un aire de satisfacción por haber encontrado la solución.

De ahora en más, le prohibirá a su mujer que haga queques, comprará galletitas con envoltorios “abre fácil”, esos que no necesitan ni tijeras, sobre todo mañana que, para sobrellevar este encierro, tiene programado ver “El resplandor”.

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