Si al Presidente Sebastián Piñera le dijeran que se
identifique con un personaje de novela, seguro sería con Don Quijote, no solo
porque el mandatario, al igual que el ingenioso hidalgo, suele hacer cosas
disparatadas, sino porque alcanzar dos veces La Moneda, de suyo fue una quijotada, aunque tuvo que luchar no contra molinos de viento, sino contra
varios de su propio sector que no lo querían.
Pero, como nunca tuvo o no quiso tener un Sancho,
de ese Quijote, ya no queda nada y hoy el Presidente se debe identificar más
con Robinson Crusoe; La Moneda, es una isla desierta, no tiene un viernes,
lunes ni siquiera un domingo que lo acompañe.
Su gabinete ministerial es invisible incapaz de
luchar y salvarlo de los caníbales de su coalición que parecen
querer devorarlo, porque tal como Robinson camina por su isla añorando
Inglaterra, el Presidente deambula extraviado en el Patio de los
Naranjos recordando el programa de gobierno que pensaba implementar durante su
segundo mandato que se le torna cada día más borroso en su memoria.
Carlos Peña en la columna “La caída de Bachelet” del 21 de agosto de
2016, dijo que “Ocurre con quienes ejercen la política lo mismo que pasa a los
individuos en su vida personal. Logran funcionar y soportar las asperezas y las
pedradas de la vida, gracias a una fantasía que, interpuesta entre ellos y la
realidad, les ayuda a reinterpretarla una y otra vez.”.
Tanto Robinson como el Presidente Piñera,
son personajes de la cultura popular, uno es un ser imaginario, el
otro de carne y hueso, pero, a diferencia de Robinson, al Presidente le persigue
la mala fama, en cada intento por alzar su popularidad, se
vuelve más impopular, aunque en su solitario naufragio en Palacio,
se aferre a creer en la fantasía que dicho rechazo no es tal o que alguien, no se
sabe quién ni cómo, acudirá en su ayuda a rescatarlo.
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