Querido Juan Ignacio, como parece que la peste va
en retirada volvemos a nuestras preocupaciones mundanas, quedó demostrado con la discusión del retiro
de fondos de las AFP, qué más ordinario que preocuparse
por la plata que sacaremos al jubilar, hasta yo, que soy de lo menos previsor, sé
ahora cuánto sacaré al momento de mi retiro laboral y, te confieso, que para nada me gustó.
Te cuento que hay una profesora en Natales que
todavía reclama porque cierta vez "vino el francés –o sea tú- dio una charla al alumnado
y no halló nada mejor que repartir su tarjeta de presentación a los chiquillos para
que lo llamen por si tenían problemas con la justicia", recuerdo que te acompañé a esa charla y no me sorprendió el hecho, sabía cuán fiel eras
a tu estilo de defensa personalizada; por cierto que los mocosos natalinos te hicieron caso y corrieron la voz que si los detenían los pacos podían, como en las películas, llamar al defensor a
cualquiera hora del día y de la noche para que los liberaran, de hecho lo hacían y tú con
ese don de gentes le respondías.
Pero no solo eran ellos lo que te llamaban, también
yo cuando me tomaba los tragos harto que te importunaba y, en mi hogareña ebriedad
solitaria, te hacía escuchar “El hombre que vendió al mundo” de David Bowie, que
imagino a Paula, y a quién no, le molestaba; pero como los malos hábitos se
pegan otras veces eras tú el que llamabas.
Esta madrugada nevó Juan Ignacio, con ese sol pintado
puntarenense la ciudad se ve radiante, pero lo bueno dura poco y mis preocupaciones
de fin de este semana van desde que tengo que
apalear la nieve y tirar sal en la vereda, a que otra vez se cortó el agua
y, al igual que ayer, no me podré duchar ni guardé agua para cocinar, pero ¡ojo!
con pensar mal no fue porque no pagué el suministro, sino por trabajos de la
red, según informa la empresa sanitaria.
Te comento que como sucede con todo el mundo hay días
que me deprimo, y no es por el encierro forzado que trajo el Covid, sino que no se puede andar riendo todo el día, ni siquiera Garrick, en
esos momentos suelo escuchar “Spaghetti del rock”, del grupo argentino Divididos,
no te preocupes, no es que volví a recaer y comenzaré a llamarte de nuevo, ocurre que con ese tema me acuerdo de ti, lo escuché durante todo el día la vez que me enteré de tu enfermedad y se me
ocurrió ponerlo ahora cuando supe que anoche partiste, tal como antes lo hicieron El Palomo,
El Chilote, Germán, y para reconciliarme conmigo mismo, debo nombrar también, a Don Juan, tú lo agradecerás.
Sé que no alcanzamos a despedirnos y que aunque habiendo podido hacerlo no fui a verte, pero no quise, sentía que a mi modo ya nos habíamos despedido.
Sé que no alcanzamos a despedirnos y que aunque habiendo podido hacerlo no fui a verte, pero no quise, sentía que a mi modo ya nos habíamos despedido.
No tengo certeza donde estarás, ni en el cielo ni
el infierno, ni si vagues en la nada misma
o quizás brilles en un oriente eterno, al que
si hemos de ser justos, deberían llegar también los profanos.
Chao Juan Ignacio, acaba de llegar el agua, una
preocupación menos, pero aún queda la nieve, antes que despierten todas en casa, mejor
la salgo a apalear.
A Juan Ignacio Lafontaine Salvestrini (4 de noviembre de 1973-24 de julio 2020)
Una pena, la vida viene, la vida va.
ResponderEliminarAbrazo Pepe. Buen viaje para el amigo que partió.
ResponderEliminar