Uno
puede dar crédito al secretario del Senado, Raúl Guzmán, acerca de que en plena
cuarentena no participaba junto a dos personas
de un almuerzo o ágape en un restaurante de mariscos de la capital, sino que
como todo mortal circulaba con permiso
autorizado por la comisaría virtual y solo esperaba su pedido para llevar,
porque si se mira con detención la foto no se aprecia en la mesa pan ni
siquiera servilletas, ají o sal.
O
bien que lo traicionó su carácter afable, fraternal y social, pero está a su
favor que ante la tentación cualquiera sucumbe, cansados que sobrellevar el confinamiento exija que emerja nuestro ser lo más antisocial.
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