Tal vez no sirva para
nada, ni menos para alguien, salvo para mí, pero ojalá me puedan ayudar a
dilucidar una interrogante recurrente que desde hace una semana no me deja de
inquietar.
Me sobrevino justo el
día después que se levantó la cuarentena en Punta Arenas, se me ocurrió llevar
a Jipi y Blanca mis dos perras a caminar en la Costanera del Estrecho de Magallanes y me encontré semi enterrada una botella de vidrio verde enmohecida cubierta de arena, como andaba con mascarilla
nunca se me ocurriría soplarla, la tomé con mucho cuidado y guardé en una de
las dos bolsas plásticas que llevaba para recoger las heces de mis perras.
Ya en casa, cuando la
estaba lavando con cloro, de su interior afloró un genio y dijo con voz
fuerte y clara en un español morisco, que como muestra de agradecimiento por
liberarlo de un encierro de mil quinientos años, podría concederme un deseo, pero nada de
salud, ni vida eterna -¡esas son puras pamplinas!- expresó molesto.
Tampoco inteligencia, porque si bien su poder es inconmensurable, nunca tanto
para remediar que tengo el cerebro pequeño,
“Pero hay algo que puedes
hacer por el bien de los demás”, dijo el genio. “Te concedo que con un chasquido
de tus dedos puedas decidir qué Presidente quieres que conduzca tu país durante
la peste”.
-¡Fabuloso!- respondí
encantado. Pero resultó que, como todo genio, era tramposo y como si fuera investigador de la encuesta Cadem, para hacer realidad el deseo me dice que solo
puedo elegir entre estos ex mandatarios: Jorge Alessandri, Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende, Augusto Pinochet, Patricio
Aylwin, Eduardo Frei RuizTagle, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet o Sebastián Piñera, al pedirle que me expliqué qué criterio usó para elaborar dicha lista, argumentó que no era más que antojo genial y recalcó que no pierda mi tiempo en preguntar más leseras, porque tenía a lo más diez días habiles para decidirme, cumplido el plazo fatal el deseo iba a expirar.
Y heme aquí, en lugar de
estar dichoso o sentirme importante, el tiempo corre, van cinco días y no hago más que dudar porque comprenderán qué tremenda responsabilidad, a pito de
nada, puse sobre mis raquíticos
hombros. Tengo en mis manos, más bien dedos, el futuro del país y aún no decido, sé bien que nadie quisiera estar en
mi lugar, porque otra cosa es con guitarra, pero ¡díganme, por favor, a quién debo
nominar!
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