En el país hay una crisis de credibilidad, crece de
manera proporcional al número de contagiados por Covid-19 diario. No se respeta
a la autoridad, tampoco a la peste, no se cumple con la cuarentena, ni con el
distanciamiento social.
Pero así como no es creíble el discurso del
gobierno, tampoco el de la oposición, se descree de los partidos políticos, de
la CUT y ANEF; de las iglesias y los masones; de las feministas y los
machistas, de los hétero y homosexuales; del profesor y del alumno; del juez, fiscal y policía; de los jóvenes, adultos y ancianos y, lo que es peor, de que los niños y los borrachos digan siempre la
verdad. En tales condiciones poco sentido
tendría un acuerdo social si a los actores políticos casi ni se les cree.
Porque no creemos en nada, ni en nadie ni en
nuestros compañeros de trabajo, ni el vecino o el lejano. No creemos en los
padres, tíos, abuelos, ni en los hijos, sobrinos, nietos, tampoco en primos o
hermanos; no se le cree a la pareja, ni a la amante, esposa o el marido y, cuando nos miramos al espejo, no creer ni en nosotros mismos es de
lo más habitual.
Es que ya hay muy poco en quien creer, no en Dios,
menos en el Diablo, ni siquiera cuando argumentamos que el gobierno carece de
credibilidad, prueba de ello es que cuando se habló de meseta de la curva de
contagio y de una nueva normalidad, como era un discurso poco creíble, las
personas en lugar de creer aquello, debieron endurecer la cuarentena
voluntaria, extremar las medidas sanitarias, ser obsesivos con la higiene,
salir a la calle más protegidos que Neil Armstrong cuando pisó a luna y con
huincha métrica en el bolsillo para exigir respeto del distanciamiento social.
Pero resultó que actuaron de manera distinta, las medidas se relajaron y fue
dar credibilidad al discurso de un mandatario que hace rato se le criticaba por poco creíble.
De igual modo, tampoco se le puede creer al
ministro Mañalich cuando señala "hay
un nivel de pobreza y hacinamiento del cual yo no tenía conciencia de la
magnitud que tenía”, porque denunciar como ignorancia del ministro el
desconocimiento de una realidad, es como decir que es cierto lo que acaba de
enunciar.
Pero el Colegio Médico y su
presidenta son la excepción, su credibilidad llega a tanto que hoy hasta se les
permite hablar no solo de salud, sino también de economía, como con la peste quedaría demostrado que la medicina es la más holística de las profesiones, pronto lo harán de la administración de
justicia y no sería nada de raro que en el futuro cercano los galenos sustituyan a los supremos, tal
vez es lo apropiado, no porque sean de mano dura y blanda, sino porque sabido
es que a los cirujanos no les tiembla la mano.
Como después del 18 de octubre es
justo y necesario, un deber ciudadano, salir a
protestar, aun en tiempo de cuarentena obligatoria y con toque de queda
mediante, la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, sugirió que sea “a dos metros
de distancia y con todas las medidas de aislamiento”, sus palabras son un
bálsamo para los incrédulos, representan la dosis adecuada de credibilidad en
medio de la pandemia, poca, por cierto, pero no se vaya uno a mal
acostumbrar.
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