Ir al contenido principal

Contagio



Estar en casa enclaustrado no es algo que me perturbe, salvo el que sea algo obligado y no por voluntad propia como, en mi caso, ya acostumbraba; sin embargo realizar actividades del  trabajo en esos íntimos espacios que antes eran solo para cosas personales, a veces, me confunde un rato. 
Hace unos días pedí salvoconducto para ir al supermercado, fui al Unimarc del populoso sector de la 18 de Septiembre en Punta Arenas, al entrar funcionarios de la Armada pedían la cédula de identidad y el permiso.
Una pareja, de unos 60 años cada uno, estaba antes que mí en la fila, como no portaban sus cédulas de identidad, aunque sí el permiso guardado en un archivo pdf del celular, no los dejaban entrar. 
-"Pero si andamos con el celular"- argumentaban, porque tal parece que el teléfono móvil  hoy es más que una seña de identidad. 
-"Lo siento no van a poder ingresar, porque no tienen el carné de identidad”- mantenía incólume su posición el infante de marina.
Aun así, con tal de convencerlo la pareja arremetía nuevamente con que portaban el celular y apelando, como último recurso, a la emotividad, agregaban que tendrían que ir a buscar el carné a la casa, volverse caminando y estaba lloviendo; más todo fue en vano, el guardia naval fue inflexible e insensible.
La pareja debió optar por retirarse, no sin antes ejercer su derecho a reclamar.
 -"¡Más el color que le ponen con la huevá!"-, gritaron a la cara del policía marino.
El escritor magallanico, Juan Mihovilovich, escribió hace años una novela con título espectacular: "El contagio de la locura". Punta Arenas lidera hoy la tasa de contagios de la "huevá".  

Comentarios

Publicar un comentario