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Hipócrates en la UC


De todas las profesiones, la de médico es de las mejores, alta empleabilidad, se puede ejercer en el ámbito público o ser su propio jefe en la consulta privada, pero, también, el delantal blanco arrasa, es grito y plata, bien lo supo Michelle Bachelet, que siendo Presidenta cuando le tocaba enfrentar una crisis lo sacaba del closet.
En Chile, estudiar medicina es un cheque a fecha, aunque la carrera es de las más caras, trae consigo recompensas, la vía segura de escalar a lo más alto de la pirámide social y también de sumar rentas particulares, nunca para volverse millonario, aunque hay casos muy excepcionales.
Pero no da lo mismo estudiar Medicina en cualquier universidad, porque egresar  de la Pontificia Universidad Católica hace al médico un ser superior, no solo por la calidad de la educación impartida, sino porque sus recetas deben ser dictadas al médico por el mismo Dios o la mano divina guía el bisturí. Por ello si se tiene una dolencia, es frecuente escuchar que lo mejor es tratarse en la clínica de la Católica o con tal o cual médico egresado de dicha facultad.
Por cierto son pocos los elegidos, los puntajes para ingresar son altos y los egresados forman parte de esa elite de doctores de la UC, quieren tanto a su universidad que, para diferenciarse de sus colegas, cual fierro candente en el pecho, llevan bordado en  su delantal, la insignia  de la PUC y, también, por supuesto, un adhesivo en su 4x4 del año.
Aunque la salud en Chile es buena, todavía la gente añora esos doctores de pueblo, médicos generales, que saludaban por su nombre de pila a todo el vecindario, muchas veces atendían gratis y acompañaban  a las personas desde su nacimiento hasta su muerte. Porque, como los curas, participaban de los bautizos, cumpleaños, desfiles y aniversarios del pueblo.
Pero hubo también médicos, no fue la única profesión por cierto, cómplices activos de la dictadura militar, cuya función fue diagnosticar cuánta tortura física y mental un ser humano puede soportar.
Con el crecimiento económicó la salud se especializó,  encareció y se vio en ello un negocio, además el médico se distanció, dejó de participar de la vida social comunitaria y prefirió los clubes de golf.
Y aquel médico con capacidad socio comunicativa que contaba chistes a sus  pacientes y conocía los secretos de familia, cambio por uno que, con soberbia intelectual, hablaba en una jerigonza inexpugnable, entendible solo por sus colegas, pero no para la persona común y corriente que pagaba un alto precio por consultarle  privadamente porque le dolía la  güata o en el box de atención express del policlínico.   
Así, la otrora simpatía y cariño que las comunidades tenían por los médicos, tal cual el que las tribus antiguas prodigaban a los hechiceros, se volvió un rechazo generalizado y, como bien lo grafica la doctora  Izka Siches, presidenta del Colegio Médico de Chile: “Los médicos hemos perdido credibilidad, somos vistos como mercachifles, alejados del servicio e interesados por el negocio”.
Pero la pandemia de Covid-19, trae la oportunidad a los hombres de blanco de recuperar dicha credibilidad, porque hoy en el mundo se suman homenajes a equipos médicos (doctores, enfermeras, técnicos y auxiliares) que a riesgo de contagiarse trabajan para combatir el virus; estos van desde los aplausos colectivos que a cierta hora del día se escuchan al unísono en  el interior de las viviendas en cuarentena en España, hasta la canción que Bono de U-2 les dedicó.
En Chile, debiera suceder lo mismo, salvo al doctor Mañalich por cierto, como metió su cola la política, cualquiera cosa que hiciera se le criticaría.
Pero tampoco aplaudirán a esos estudiantes de último año de la carrera de Medicina de la Universidad Católica que, en medio de la crisis sanitaria, llamaron a un paro exigiendo condiciones para participar en los equipos que atenderán pacientes con Coronavirus.
Aunque en tiempos de crisis se templa el carácter y afloran las grandezas y las miserias humanas ¿puede criticarse a esos jóvenes que no quieren poner en riesgo su vida, sin haber disfrutado un poquito las bondades y privilegios que otorga ser médico?
¿O más bien su conducta puede ser catalogada hasta de apropiada, porque no significa, acaso, poner en práctica el distanciamiento social, que tanto pide la autoridad sanitaria?
Por lo demás nadie está obligado a ser héroe, ni por juramento hipocrático, ni por amor al prójimo, ni aunque uno sea doctor de la UC.

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