Una de las críticas
hacia la clase política es su inconsecuencia, suelen borrar con el codo lo que
firman con la mano, darse vueltas de carnero o incluso de camiseta, no tener
principios o ser instrumentales hacia donde sople el viento.
Como no puede haber
todos los días elecciones, tampoco una revolución permanente -por más que lo deseara Trotsky- el político demagogo tiene
las encuestas para recoger la sensación ciudadana, en los últimos años el cáliz sagrado se llama
redes sociales.
Ya no son a las masas, sino a las redes a las que se debe cortejar, más aún si hoy en día se cree que
no existirían mayorías silenciosas, todo el mundo está en ellas, no se necesitaría
padrón de militantes, sino contar cuántos seguidores tengo en mi red social, ahí está el voto cautivo
Si alguna acción, opinión o votación del político demagogo, tuviera pocos me gusta, lo más pronto posible
hay que subir un video por tuit o instagram para desdecirse, el feedback positivo
es instantáneo.
Aun cuando con ello
se genere una distorsión comunicativa,
una especie de “doble vínculo”, que estudió,
en el siglo pasado, Gregory Bateson y que pretendió asociar a una de las
causas de la esquizofrenia, porque cuando una persona recibe mensajes contradictorios,
no sabe qué creer o cómo actuar.
Algo por el estilo
sucedería con los discursos de Sharp, Boric, Jackson y compañía, acabarán por
volvernos locos, un día se comportan de un modo, al siguiente de otro; un día
dicen una cosa y se desdicen al poco rato; uno día votan un proyecto y al otro
señalan que se equivocaron, que fueron ingenuos o que los llevaron a votar engañados,
unos púberes barbados, porque bebés de pecho sería exagerado.
Se pudiera dar el caso, si son muchos los mensajes
a favor de los saqueos que reciben en su instagram o wasap, como viven presos del parecer de sus redes, tanto que ya no tendrían opinión propia, que se verían obligados
a señalar que los saqueos no son reprochables delitos, sino que en una trasnochada
jerga seudo revolucionaria, nobles acciones de recuperación popular.
Pero su actuar contradictorio
se justifica con que son, por naturaleza, cabros bonachones les cuesta quedar
mal con alguien, ya sea Dios o el Diablo; salvo con Piñera, por supuesto, y con
Lagos, éste último con la ingenuidad que dan los años, como si quisiera ganarse
sus respetos suele adularlos, aunque ellos, si lo demandan las redes, no escatimarían esfuerzos
en volver a atacarlo.
A no ser que el fin esté cerca,
ellos lo sepan, oyen las trompetas, como de los arrepentidos será el reino de los cielos “Recuerda, por tanto, de dónde has caído y
arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio; si no, vendré a ti y
quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes...”(Apocalipsis 2:5,21).
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