Por
más que la diputada Pamela Jiles, crea que presentarse en la sala del hemiciclo
de la Cámara de Diputados, luciendo una capucha fue un inédito hecho político
liberador, está, por cierto, equivocada porque no fue ella la primera que
inauguró el uso de capucha en el Congreso Nacional.
Hace unos años la senadora DC, Soledad Alvear, mientras se votaba la
idea de legislar la “Ley Hinzpeter”, que buscaba sancionar a las personas que
cubrían su rostro con capuchas durante las movilizaciones sociales y que, en
definitiva, el senado rechazó por mayoría, cubrió su rostro con un pañuelo
graficando con ello que durante las jornadas de movilizaciones debió hacer lo
mismo para evitar los efectos de los gases lacrimógenos y ayudar a una mujer lo
que, en caso de que estuviera vigente la ley, le hubiese significado ser
detenida.
Tamaña
acción política sacó aplausos entre los miembros de su bancada y la de sus
vecinos socialistoides, es que igual que la canción de Julio
Numhauser, “todo cambia”, pues el año 2006 la misma senadora
con miembros de su bancada, debido a graves incidentes ocurridos en las
jornadas de protestas, anunciaban que su partido presentaría un proyecto de ley
tendiente a castigar a quienes salgan a la calle encapuchados.
"Quien
sale a la calle encapuchado, presume que cometerá un hecho ilícito",
argumentaba con vehemencia por ese entonces la Alvear, valga recordar que tales
afirmaciones las pronunciaba a cara descubierta sin ningún tipo de
resguardo o afán de ocultar su identidad.
A
diferencia de la diputada Jiles, lo de la senadora Alvear fue, en ese entonces,
hasta cierto punto trasgresor, subversivo por el hecho de violar una regla de
comportamiento establecida y, más aun, viniendo de una conservadora
militante democristiana.
Pero en
el caso de la Diputada Jiles, no hay trasgresión posible, por el régimen de
completa anomia que parece haberse convertido el Congreso Nacional. Tal
vez por ello a nadie sorprendió ver a la diputada Jiles con capucha, era
como si luciera su atuendo natural.
Si para
Marx los hechos y personajes de la historia aparecen dos veces, una vez como
tragedia y la otra como farsa, en el caso de las capuchas en el Congreso, cada
una en su momento, pueden ser vistas como meras farsas.
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