Los humanos marchamos desde siempre, está en nuestro ADN, la evolución
misma es un largo tránsito, de la primera molécula hasta lo que somos hoy y
seguimos marchando hacia el futuro, un caminar como el transcurrir del tiempo, siempre hacia adelante nunca para
atrás.
Asumida la postura bípeda el hombre fue primero cazador y
recolector nómade hasta que conoció la agricultura, se volvió sedentario y con ello se iniciaron las civilizaciones. El poblamiento fue gracias a
inmigrantes, todos somos, entonces, inmigrantes.
América fue poblada por caminantes que atravesaron el estrecho
congelado de Bering o, quizás, por inmigrantes que desde Monte Verde comenzaron a
marchar hacia el norte.
Pero la marcha es también un acto social masivo y organizado, en la
historia de Chile se registran marchas famosas y con amplia convocatoria, la de la Patria Joven, la de los
Pingüinos y no los de la Antártica precisamente.
Se marcha por bronca o por alegría, contra las AFP o para mostrar
el orgullo de ser diferente.
Porque no solo marchan los milicos, sino también los zurdos, fachos, amarillos y momios; marchan feministas, marchan los pacientes y los médicos, marchan mapuches y chilenos, marchan los estudiantes y rectores, se marcha por el triunfo y la derrota, en fin, marchan todos.
Marchó Bilbao, Recabarren, Allende, en dictadura marchaban los de
la junta en Chacarillas, pero de eso mejor no acordarse, después marchó Aylwin y Lagos, se marchó
porque “Sí” y porque “No”.
Hay marchas voluntarias, como las nupciales y, para acompañar nuestra muerte, como la marcha fúnebre.
Si bien el soldado marcha por gallardía, se usa tambien como arma para humillar, en Dawson, por ejemplo, para oprimir a los presos políticos se les obligó a marchar.
Por supuesto yo también marché, y de niño en los setenta, cuando integré por unos meses el grupo scout de la Escuela Consolidada de Natales, vestíamos uniforme caqui que más que seguidores de Baden Powell, parecíamos una mala copia de esos cadetes de West Point que aparecían en películas en blanco y negro de la televisión, no me enseñaron nudos ni el manual de cortapalos, porque lo único que se hacía era marchar y marchar, toda la tarde marchar y dar vueltas en el patio del colegio.
Si bien el soldado marcha por gallardía, se usa tambien como arma para humillar, en Dawson, por ejemplo, para oprimir a los presos políticos se les obligó a marchar.
Por supuesto yo también marché, y de niño en los setenta, cuando integré por unos meses el grupo scout de la Escuela Consolidada de Natales, vestíamos uniforme caqui que más que seguidores de Baden Powell, parecíamos una mala copia de esos cadetes de West Point que aparecían en películas en blanco y negro de la televisión, no me enseñaron nudos ni el manual de cortapalos, porque lo único que se hacía era marchar y marchar, toda la tarde marchar y dar vueltas en el patio del colegio.
Un día llegué tarde al ensayo, me retaron amenazaron con expulsarme de la brigada, me fui a casa y le dije
a mi madre que me retiraría, al día
siguiente devolví limpio y planchado el uniforme, me dijeron que no era para tanto
y que me aceptaban nuevamente pero tenía que llegar temprano a los ensayos,
dije que no, estaba decidido mis pies me lo agradecieron, me aburría marchar,
nunca aprendí a llevar el compás, no sabía por esos años que siendo adulto
pasaría décadas marcando el paso, viendo pasar, sin hacer nada, mi vida por la
ventana.
Pero si yo creía que mi despedida del scoutismo me libraría de
marchar estaba muy equivocado, porque en
tiempos de los milicos en Magallanes se marchaba no solo para
fiestas patrias, sino también por el aniversario del colegio, del pueblo, por la llegada
de los curas, de los carabineros, del natalicio de los héroes, del 11 de septiembre,
la toma del Estrecho o el Día del Bombero, solo por nombrar unos motivos.
Se marchaba con sol, lluvia, viento o nieve no hay un estudiante
que no tenga un recuerdo congelado de una marcha en la Plaza de Armas, en la
estatua de Bernardo O´Higgins o de Arturo Prat, pero si los hombres teníamos frio
las estoicas mujeres sufrían más porque debían marchar con abrigo y jumpers. Lo
único que deseaba uno era pasar cuanto
antes frente al pabellón nacional, no por patriotismo, sino para después
regresar corriendo a casa.
Ya en la universidad cogí el llamado “A marchar, a marchar, contra
el yugo militar”.
Es curioso, entonces, que habiendo en Chile tantas marchas, en tal disciplina
olímpica no destaquemos, lo anterior a lo mejor cambie, porque en mayo del
presente año la marcha se explicitó como parte de la política comunicacional.
Mediante un oficio del Ministerio Secretaría General de Gobierno como órgano encargado
de promover la comunicación entre el Gobierno y la sociedad chilena se expresa
que la bajada del Logo del Gobierno es “Chile en Marcha”, sin especificar si la “Marcha” se refiere a una
“marcha lenta” o “blanca” o como la pista está escarchada, la “marcha” sea la más
alta posible, pero a la menor velocidad, para no estrellarnos.
Pero dicha bajada puede ser
también un llamado a “Marchar” y sonar contradictorio con la reciente
prohibición a la “Marcha Antinmigración”, aunque tal rechazo tenga su fundamento en que hubo un llamado
por redes sociales a marchar armado y
eso podría opacar la próxima parada militar.
Habría sido terapéutico
autorizar la marcha que más que antiinmigración
podría llamarse la “Marcha de los prejuicios”, porque permitiría el
autoconocimento, si de verdad tenemos dominio sobre nuestro cuerpo y si bien
nos mostramos en público contrarios a la marcha, al ver las imágenes, ya sea por
televisión y redes sociales, nuestros pies, de manera involuntaria, comienzan a marcar
el paso.
A mí lo de marcha
como caminata individual y solitaria es una de las cosas que más disfruto, tengo
el privilegio de vivir en Punta Arenas y hace tiempo retomé la práctica cotidiana
de caminar de la casa al trabajo y viceversa, tanto en la mañana como a la hora
del almuerzo y en la tarde, para no deshidratarme bebo un vaso de agua con
hinojo, jengibre y perejil, lo cual tiene el único inconveniente que antes de
marcar el reloj control debo primero ir al baño.
Como me he vuelto caminante,
en casa me inscribieron en la maratón nocturna del Estrecho, corrí un par de
cuadras, sentí el cuerpo pesado, los tobillos me dolían, opté por marchar
realicé todo el trayecto caminando, traspasé la meta de manera digna a un
tranco firme y rápido, por suerte los organizadores instalaron letrinas
móviles.
Vamos marcha, marcha cabrito, nos decían los señores pacos.
ResponderEliminarMuy buena
Vecino, hace tiempo que no te leía, hasta que este texto me atrapó. Se lo leí a Paulo y murió de la risa. Buenísimo ese humor agudo, irónico. Saludos a la familia.
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