Ir al contenido principal

Las clases de Lógica


El domingo último El Mercurio publicó la columna "La Falacia de Bolsonaro”, de Carlos Peña, la que se suma a “La falacia de Judas”, del mismo autor. Peña debe estar pensando seriamente reunir sus lógicas creaciones en un manual de "Las 10 nuevas falacias presentes en el discurso político chileno", que, al igual que sus otras publicaciones,  sería superventas y texto obligado de estudio de las ciencias sociales y de la formación de los nuevos cuadros políticos, ya sean nacientes partidos, movimientos o las tradicionales orgánicas partidarias.

Hace cerca de 40 años  tuve clases de Lógica en una universidad confesional de Valparaíso, el  profesor titular de la cátedra era Juan Antonio Widow, pero el primer semestre las clases las impartía un tipo llamado Ochoa, como yo no estudiaba, no entendía nada, hablaban en griego para mí, y eso que también impartían la cátedra  de Griego que a mí porra ignorancia le sonaba a Glosolaia.

Juan Antonio Widow retomó el curso a inicios del segundo semestre, ahí fui entendiendo un poco más, no mucho por cierto, pero algo cachaba, tuve que rendir exámenes orales en marzo y, a duras penas, aprobé el ramo, pero igual me echaron, y no por culpa de la “manu militari” sino por la mía propia que le gustaba levantar el vaso. Como en un lapsus de sobriedad sabía lo que se me avecinaba, con una fuerte resaca había ido a dar la PAA  nuevamente y me pude matricular en la UPLA, donde estuve un semestre y eso que los ramos los encontraba más fáciles.

A una de las clases en la UPLA, que aún no se llamaba así sino Academia Superior de Ciencias Pedagógicas de Valparaíso, la profesora invitó a su maestro Widow, tras finalizar la clase el profesor se me acercó, saludó y dijo que se acordaba de mí y que esperaba que hubiese continuado en la anterior casa de estudios superiores, lo que para un flojo como yo  resultó un halago, por algo todavía lo recuerdo y de hecho, no sé el porqué, ahora  lo estoy escribiendo.

En ocasiones pienso si acaso ese profesor vio en mí algo que ni yo conozco,  un potencial candidato para integrar la Tizona, Fiducia o algo así, pero cuando le contesté  que reprobé latín y me echaron, ahí debió sentirse frustrado y aunque debí caerle simpático me debe haber visto como un pecador insalvable, porque Juan Antonio Widow antes de comenzar  sus clases de Lógica nos hacía rezar el Ave María en latín.

Comentarios