Se anuncia que una nube negra se posará por
nuestro cielo azulado durante los próximos tres años y casi cinco meses, traerá
tristeza y amargura para el país porque el Presidente confirmó, casi por cadena
nacional, que no contará más chistes machistas y evitará meter la pata.
Con
lo anterior es seguro que su nivel de aprobación comenzará abruptamente a
caer en la Encuesta Cadem y llegará al nivel de la que hoy tiene Lagos, que
como se creía un tipo serio, nunca contó un chiste y si lo hizo pocos y nadie,
salvo su círculo rojo, lo entendió, porque si fue broma lo del
Transantiago y el CAE no resultó para nada chistosa.
Pero
el chiste a Piñera le sale natural, de suyo común, ordinario, incluso debe
reírse en sueños cuando descansa en casa, en el auto o avión que lo lleva a sus actividades oficiales, y debe tener a la primera dama más que intrigada si
acaso el Presidente no andará con la maldad oculta.
Como
tiene una mente libre, alborotada, suele confundir los planos y su
cerebro ya sin voluntad hace que vuelva a contarse el
chiste, pero esta vez en voz alta, sin importarle si el espacio comunicativo
es el adecuado, creyendo estar en la fogata del Lago
Caburgua o en una junta de amigos del Grupo Tantauco. Si por él fuera imitaría
al Lolo Palanca, cantaría “Libre” al estilo del Bigote Arrocet en Viña y
si lo apuran un poquito y le pasan una guitarra es capaz de
entonar “El Patito Chiquito” de los Quincheros, pero sus hijos le golpearían
las canillas para advertirle que si bien la risa es democrática,
puede haber ropa tendida y no olvide que él fue opositor al dictador.
Si estamos de acuerdo en que la falta
de humor es grave y lo peor que a un país le puede pasar es que arríe la tristeza, peor aún que
crisis económica, porque la depresión es suicida y presa fácil de oportunistas
que, por llamar la atención, se vuelven populistas y utilizan su elocuencia en
odiosas, ofensivas y violentas frases para la galería que las suele encontrar
simpáticas.
Tal parece, entonces que los asesores del segundo
piso aconsejaron mal al Presidente, por el mismo sueldo me ofrezco para
ayudarlo, como hay que disminuir el gasto fiscal conmigo ahorraría plata, de
partida no ocuparía oficina ni escritorio en la Moneda, como evito viajar,
salvo a Natales, no tendría mayor gasto en pasajes y viáticos, toda
comunicación sería por watsap, frases cortas porque soy de pocas palabras y no
me manejo con el teclado del smartphone.
Antes que nada el mandatario no debería recular,
sino que seguir siendo el de siempre, ya que si lo de humorista
frustrado le resultó en su primer mandato, tanto que en su segunda elección
sacó más votos que en la primera, ¿qué objeto tiene cambiar lo que funciona aunque
esté recontracontado? Porque ¿fue acaso por su liderazgo, porte de
estadista, o más bien por sus chiste fomes, metidas de pata y salidas de madre
que los chilenos lo votaron?
Le sugería, eso sí, introducir, sin que se note, ciertas
sutilezas a su rutina, de hecho lo podría haber intentado en su encuentro con
el mundo evangélico para conmemorar “El Día de las Iglesias Evangélicas”, como
se sabe que el culto evangélico es más animoso que el católico, junto con
cantar “Aleluya” imitando a Elvis, cuando tomara la palabra podría haber
contado un chiste ad hoc señalando que el periodista Inglés Paul Johnson en sus
columnas “El sexo como hazmerreir”, “La caterva feminista”, así como en la introducción
del libro “Humoristas”, dice que el primer registro histórico que se tiene de la risa está en la Biblia, en el Génesis, cuando Sara de 90 años de
edad, escucha que tendría un hijo con su esposo Abraham que tenía cerca de 100
años.
“Sara, esposa de Abraham, ríe cínicamente
cuando oye que los hombres -Dios, su esposo, dos ángeles de aire masculino-
comentan sus planes para que ella tenga un hijo: "Rióse, pues, Sarah entre
sí, diciendo: «¿Después de haber envejecido tendré deleite, siendo también mi
señor ya viejo?»"
Según Johnson lo anterior es el
primer chiste picante de la historia y fue de una mujer burlándose de un
hombre, es decir el primer chiste fue feminista y no machista.
Pero, antes de contarlo, el primer mandatario debe aprender a controlar al diablillo interno que en los momentos menos
oportuno lo domina y que, fiel a su estilo, tras escuchar las carcajadas del
pueblo cristiano presente remacharía el chiste con: “¡Ah!, cómo se rieron les
canutes”.
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