No es que sea hincha de Ríver o Boca,
pero era el día perfecto, demasiado ideal para que fuera cierto, a las 09 de la
mañana fui a dejar a Yislen a su turno de 24 horas en el hospital, mi hija
menor estaba en gira musical por el norte del país y la mayor invitada a casa
de una amiga; del sillón del living, televisor, control y la radio era el
único dueño; los bifes de chorizo argentinos ya puestos en el precalentado sartén
de hierro que me traje de Puerto Madryn y aunque el hogar se sentía solitario, lo soportaba pero,
por un instante, (brevísimo por lo demás), como que me emocioné de que a mi
esposa e hijas tanto las extrañara, porque estaba solo yo
y mis perras, que no molestan, sino acompañan.
Pero estaré orinado de
gato, digo yo, para tener tan mala suerte porque la lluvia suspendió el
clásico, aunque siendo optimista no es tan malo mañana volveré a comer bife
chorizo, como estoico asumiré el riesgo de que
cuando se defina el Campeón de La Libertadores pueda terminar con gota
Comentarios
Publicar un comentario