Es contraproducente discutir con
los jóvenes, como que han perdido todo respeto, son impetuosos, no miden la
fuerza de sus argumentos que, por lo general, son hirientes, creen
tener la razón en criticar todo lo que les huela a viejo.
Pero la juventud no es eterna, y
si bien hay algunos que nunca maduran a pesar de tener casi 60 años, entre los
que me incluyo por cierto, los jóvenes no saben que científicos españoles
descubrieron que el olor a viejo comienza a los 30
años, a tal edad por culpa de
los cambios hormonales aumenta la producción de la molécula 2-Nonenal
que se genera en la piel al oxidarse de forma natural los ácidos grasos de la
barrera lipídica, con lo que el hedor a anciano ya se empieza a notar, pero
nada que con una buena fragancia no se pueda evitar
Anoche tuve la mala ocurrencia de
alegar con mi veinteañera hija Julieta, quien junto a su madre hicieron causa
común para atacarme porque no estaba pagando las cuentas de casa, la
plata se me está yendo de las manos, ni que tuviera una querida y, ni yo sé, en
que gasto mi sueldo porque sumando y restando el dinero no me alcanza.
“Lo que pasa es que este viejo
pelado, de tanto que tomó y fumó antes ya no solo no le quedan muelas, tampoco
neuronas para matemáticas básicas” me reprochó en la cara Julieta.
Mi hija menor Natalia, que
escuchaba atenta la discusión, me preguntó hoy en la mañana si me
ofendió mucho lo que dijo su hermana, le contesté que no, que no era para tanto
y que admiraba el crítico ímpetu juvenil de su hermana, ya que a su
modo Julieta estaba citando a Voltaire porque el filósofo francés señaló:“El
hombre no puede tener más que cierto número de dientes, de cabellos y de ideas;
llega un momento en el que pierde necesariamente sus dientes, sus cabellos y
sus ideas”.
Pero lo cierto es que no podía
decirle a Natalia que me sentí humillado, que de verdad usaré el perfume que me
regaló su madre, si encuentro donde lo tengo fondeado, y que, como
el valiente que soy, ahora sí que sí acudiré al sillón del
dentista para ver cuánto me sale la placa.
Por supuesto, también le
preguntaré a Obando qué precio tiene la pastilla de 1 mg de Folipil que él, de
manera disciplinada toma todos los días, y de por vida, para detener la
calvicie. Ya que a mí no me quedan más que unos pocos pelos, aunque me crecen
vellos solo en la barba, nariz, orejas, nunca usaré peluca y utilizar las cejas
para hacer un trasplante capilar saldría muy oneroso, porque en esta desigual
sociedad en que vivimos prolongar patéticamente la juventud mediante
la cirugía plástica es otro privilegio de clase.
Puede ser que si hago todo eso cambie en algo
la impresión que tienen de mí, porque en el estricto código de presentación de
la estética social es permitido vivir sin ideas, pero sin desodorante,
desdentado y calvo: ¡Por Dios, un tipo así, es un desastre!
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