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Thom Browne en el Congreso


Como aún queda  pasión mundialera, para gloria del  ego francés, no faltarán semiólogos criollos que desempolven los escritos de Roland Barthes para analizar la reciente polémica por la vestimenta de un expositor invitado a una Comisión del Parlamento.

Para superar de una vez por todas dicha discusión parlamentaria, si bien en cuestión de gustos no hay nada escrito, se hace necesario que los diputados legislen en torno al buen uso de la vestimenta -a los varones me refiero, porque las mujeres no tendrían problema- con el fin de evitar que algunos, sin un mínimo de decoro, se arranquen con los tarros y se pongan lo primero que encuentran a mano cuando se levantan para ir a la Cámara . 

Considerando que muchos se deben considerar obreros de la política, deberían por tanto usar un buzo igual para todos, como el de Clotario Blest, pero  se  criticaría estar muy ideologizados y ser tipos anacrónicos.

Como por la variopinta composición del Congreso es muy difícil unificar criterios, se hace conveniente llamar a licitar la vestimenta, invitando a participar en dicho concurso  a diseñadores y casas de moda  nacionales e internacionales, ya que con la globalización de la comunicaciones  lo que pasa en el hemiciclo chileno marca tendencia en la política internacional comparada y no se vería bien que nuestros  señores políticos, y los que acudan a las comisiones, vistan piltrafas.

En razón que el tiempo apremia, el trámite de la discusión debe ser  urgente para que no afecte al resto de los proyectos que están estancados,  se podría, por esta vez, saltar la engorrosa licitación y vía trato directo contratar al diseñador Thom Browne para que, al igual como lo hizo con el primer equipo del FC Barcelona, vista a los honorables diputados y senadores del Congreso Nacional.

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