Una de las imágenes que dejó el
reciente cambio de mando presidencial fueron las selfies que se tomaron
varios parlamentarios con el Presidente boliviano Evo Morales.
Una lectura, apresurada, por cierto, vería aquellas imágenes como fuera de foco ad portas del juicio en La Haya, pero sería más prudente considerarlo no
como fascinación por el mandatario indígena y menos una adhesión
implícita a la demanda marítima boliviana, sino, más bien, sintomático de una
pequeña debilidad de nuestros parlamentarios: su
adicción narcisista a las selfies.
Un siquiatra pudiera
diagnosticar, entonces, que padecen de un trastorno mental que recomendaría tratar
en el diván, porque lo más seguro es que si hubieran venido Trump,
Kim Jong o la Merkel, serían los mismos parlamentarios o, quizás
otros, quienes se la hubieran sacado.
Como el Presidente
Morales estará presente en los alegatos
ante el Tribunal de La Haya y el canciller Ampuero anunció que una delegación de parlamentarios chilenos hará lo mismo, es de esperar para ese día un mínimo
de recato, un poco de compostura, morderse las ganas, comerse las uñas, masticar chicle o, por
último, una manzana aunque para evitar tentaciones más sensato es dejar el celular en el hotel.
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