Perpetuar el mal para
garantizar el bien
“Il Divo” es una película italiana del año
2008 escrita y dirigida por Pablo Sorrentino y protagonizada por Toni Servillo
en el rol principal del siete veces primer ministro italiano el democratacristiano
Giulio Andreotti, apodado Il Divo, pero también Belcebú, Jorobado, Zorro, Papa
Negro, porque si algo caracterizó a la política italiana de la segunda mitad
del siglo XX fue la presencia de Andreotti.
El film ganó el premio del jurado en
Cannes y Toni
Servillo el premio a mejor actor del Cine Europeo.
La película satiriza la vida política de
Andreotti que tuvo caracteres de espectacularidad tanto por los acontecimientos
en que participó, como las decisiones que tomó, sin dejar a nadie indiferente generando
adhesiones o rechazos, afectos nobles e
innobles. Así, un espacio privilegiado para apreciar dicho espectáculo lo constituía,
entonces, el cine.
Una de las escenas memorables es el monólogo
sobre el uso del poder, en este el personaje de Andreotti resume el sentido de
la política enunciada en “Perpetuar el
mal para garantizar el bien” y que puede ser visto, quizás, como uno de sus legados políticos.
Para este monólogo Pablo Sorrentino, tal
vez se basó tanto en aquello de que “El fin justifica los medios” de Maquiavelo,
como también el ensayo de Max Weber “La política como vocación”, porque Weber
señala que “(…) la realidad es que en su dinamismo, ya no es lo bueno lo que
solo produce el bien y lo malo el mal, sino que, a menudo, suele ocurrir a la
inversa. No darse cuenta de esto en el plano de la política es pensar puerilmente”.
Porque Andreotti, que de pueril no tenía
nada, siempre lo tuvo presente en su actuar político; se le acusó tanto de no
hacer lo suficiente para rescatar a su camarada Aldo Moro secuestrado y muerto
por las Brigadas Rojas del Partido Comunista Italiano; como también que tuvo
vínculos con la Logia P-12 y la Mafia, por los cuales fue llevado a juicio librando
una batalla judicial en la que El Incombustible (otro de sus apodos), salió
solo un poco magullado.
Precisamente sobre la escena del monólogo
el director Sorrentino expresó en una entrevista: “Para mí se trata de un sueño. No puede ser otra
cosa. Pero también es catártico para el espectador y puede que para el
mismísimo Andreotti. No sé si he rozado la verdad, pero como autor de la
historia, creí que, al menos por un momento, que tenía que apartar el objetivo
del personaje y de los acontecimientos y atreverme a interpretar las cosas, a
establecer una responsabilidad política, no penal. En lo que respecta a lo
último, en ningún momento quise actuar como un juez”.
La película está cargada de simbolismos,
privilegiar el color negro en los trajes de los políticos, quizás para mostrar
lo oscuro de la política; el uso de la música pop italiana presente en la
intimidad del hogar de los Andreotti, al igual que una familia cualquiera y, en especial, los
gestos que trasuntan códigos secretos para graficar momentos claves del filme,
como ser el encuentro secreto de Andreotti con el jefe de la Mafia Totó Riina,
el abrazo y beso en la mejilla entre ambos ( tan típico de la mafia), solo mediado
por un cuadro en el que un rostro transfigura los rictus de Andreotti y Riina
en uno solo y, de lo cual, somos silentes cómplices los espectadores.
Sin duda que el filme es una obra maestra sobre el poder y la política
sintetizada en la figura de Giulio Andreotti “Il Divo” (El Divinizado, como su
tocayo Julio César) un hombre inteligente, cultísimo, de quien la periodista
Oriana Fallaci llegaría a decir: “el verdadero poder no necesita arrogancia, ni una
poblada barba ni una voz aterradora. El verdadero poder te estrangula con lazos
de seda, con encanto e inteligencia”.
Como acostumbra
ocurrir cuando el personaje real está vivo al estreno de una película
controversial sobre su vida, suele no estar de acuerdo con ella. De hecho así aconteció
con Andreotti que luego de verla en una proyección privada, antes de ser
estrenada en Cannes, expresó a un
periodista del diario La Repubblica: "Es un
filme maléfico, me retrata como a un cínico y no lo soy. ¿Que si se puede
decir que es estéticamente bello? ¡No lo sé ni me interesa!".
Pero
no debemos olvidar que Andreotti siempre se caracterizó, como se aprecia en la
película, por el uso habitual de la
ironía.
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