Comparto
en gran parte lo manifestado en la irreverente columna “Los peligros del
mate” que publica este día de elecciones Carlos Peña en El Mercurio, ello por
cuanto si bien casi toda mi vida he convivido con el mate, soy natalino nací
y viví a 27 kilómetros de Argentina donde se bebe el amargo, luego me fui
a Temuco donde los mapuches lo prefieren con azúcar, regresé
después a Punta Arenas, donde también se consume, sin embargo, nunca sucumbí a
dicho brebaje, lo más cerca que estuve de caer en su adicción fue cuando
me las daba de innovador y lo mezclaba con ramitas de éter,
pero eso en el fondo ocultaba otra intención.
En mi hogar,
Yislén es la única que suele sorbetear la yerba, porque lo es que a
mí no es que no me guste, pasa que soy cobarde me
sube la presión, revuelve las tripas y trae consigo soberana colitis,
a lo mejor, sin saberlo, llevo en mi organismo un germen liberal que mezclado
con mate resulta fatal.
Esta vez estoy de acuerdo con Peña y sus apreciaciones sobre los dos latinos que menciona.Sds
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