Admiro
a los que nunca comulgaron con esa acomodaticia lección de que para transitar
con éxito por este mundo hay que aceptar que la vida es gris, por lo que es
dable imaginar que deben detestar esa canción: “La vida en rose”.
Como la tibieza no va con ellos aunque buscan el calor, extrañan el frío. Son esos
pocos, a quienes envidio, para los que su vida no admite matices, porque entienden más
que nadie que por eso del libre albedrío la vida es una cuestión de opción: el
yin o el yan, el rojo y el negro, la vida o la muerte, ser
amado u odiado, héroe o villano, un continuo transitar de un mosaico blanco a uno negro y no es que lo busquen a
propósito, pero dejar huella y ser parte de la historia es connatural a ellos.
Lo anterior
ocurría con los tipos del Frente Amplio, hasta que su reciente declaración para
manifestar la opción que tomarán como conglomerado en la segunda vuelta presidencial a
varios resultó tan alambicada que ni Umberto Eco con su tratado de semiótica general
lograría decodificarla.
Es que
luego del 20% de votos que obtuvo su candidata en primera vuelta, en el Frente
Amplio, aunque no creen en dios, ni duden del diablo, como que se volvieron religiosos y han adoptado un tono bíblico y si hubo los que estuvieron tentados por finalizar su declaración con: "Esto dice el Señor. 'El que quiera oír, oirá, pero el que no quiera, no
oirá. Porque son un pueblo rebelde’", se abstuvieron de hacerlo
para que no los confundieran con pechoños.
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