Anoche me llega un email informando que, entrada la
tarde, víctima de una asfixiante enfermedad falleció un amigo con quien, al
final, terminamos siendo enemigos.
Como estaba al tanto de su convalecencia y más de
alguna vez concordamos en que ambos, por tener sangre chilota, éramos soberbios
y rencorosos, había prometido que no me
afectaría su muerte.
¡Qué cosa curiosa! hoy parece suceder lo contrario,
no me ha dejado para nada indiferente y tengo, usando una frase cliché, sentimientos
encontrados, no sé si rabia o felicidad porque, incluso, ingresa, furtivamente,
por la ventana que no sé quién diablos dejó entreabierta, un dejo de tristeza y,
si he de ser franco, también una que otra lágrima, pero esto último debe ser
porque, todavía, guardo duelo por David Bowie.
Comentarios
Publicar un comentario